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Adam Elliot estrena 'Memorias de un caracol': "Nuestras vidas son una mezcla de comedia y tragedia"

  • Es una de las grandes películas de animación del año y está nominada a los Oscar
  • Se estrena en cines este 31 de enero

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Caracol de stop motion con sombrero marrón, expresión alegre y ojos saltones, sobre superficie oscura. Fondo con cuadro de conchas.
Fotograma de 'Memorias de un caracol'

21 años después de conseguir el Oscar por el cortometraje de animación Harvie Krumpet (2004), el australiano Adam Elliot (1972) vuelve a optar a esos premios con su nueva película: Memorias de un caracol, que ya fue finalista en los Globos de Oro, ganó el galardón a la mejor película de animación del Festival de Sitges y opta a dos premios (película independiente y guion) en los Premios Annie de Animación, que se entregan el 8 de febrero. Una tragicomedia sobre la importancia de aprovechar (y disfrutar) nuestras vidas que está rodada en Stop Motion, que os robará el corazón y que llega a los cines este 31 de enero.

Una película que tiene mucho de autobiográfico y que narra la historia de Grace Pudel, un niña solitaria e inadaptada aficionada a coleccionar figuras decorativas de caracoles y enganchada a las novelas románticas. La muerte de su padre cuando tan solo es una niña, la lleva a separarse de su hermano mellizo Gilbert, hecho que la aboca a una espiral de ansiedad y angustia. Sin embargo, la esperanza vuelve a su vida cuando conoce a una excéntrica anciana llena de determinación y amor por la vida llamada Pinky, con la que entablará una amistad muy especial que le cambiará la vida para siempre.

Pudimos hablar con Adam Elliot en el último Festival de San Sebastián, donde le preguntamos por qué un caracol: "Originalmente iban a ser mariquitas, que son muy bonitas. Pero pensé que la historia era demasiado gris y excéntrica para eso. Además, me gusta la metáfora de un caracol. Si te fijas, en cuanto toca un obstáculo, una pared, se retracta y regresa. Y acaba retrayéndose siempre en sí mismo, como le pasa a la protagonista.

"También -continúa-, me gusta la idea de cómo los caracoles se mueven en círculos, en ciclos, lo que es algo muy simbólico de la vida. A lo largo de nuestras vidas damos muchas vueltas y a veces acabamos atrapados en espirales. Y ese simbolismo me gusta mucho".

"Tenemos que mirar hacia delante"

La protagonista se encierra en su concha y vive de recuerdos, por lo que preguntamos a Adam si cree que tenemos que vivir el presente. "Creo que sí, que tenemos que intentar vivir el presente y mirar hacia delante, porque hay mucha gente que se queda atrapada en esa espiral del pasado. Y por eso, en esta película aplico una frase de Kierkegaard (1813-1885) que es una de mis citas favoritas: "la vida solo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia delante. Cuando me muera, quiero que pongan eso sobre mi tumba".

Como en sus anteriores trabajos, la película es una fabulosa combinación de drama y comedia negra. "Respecto a eso puedo recordar otra cita maravillosa: "Sin la oscuridad, la luz no significa nada" Las vidas de todos nosotros son una mezcla de comedia, tragedia, humor, luz y oscuridad. Y en la película solo estoy reflejando lo que es la vida real. Muchas películas de animación tienen luz y humor, pero les falta oscuridad y profundidad. Y yo quiero que mis películas tengan tanta oscuridad como comedia, porque me encanta divertirme. Aunque, cuando escribo, siempre es difícil conseguir ese ese equilibrio. Por eso intento combinar esas secuencias de oscuridad y de luz, como en un zig zag, un vaivén de emociones".

La muerte de mi padre fue el detonante para el guion

Sobre como nació la historia, Adam nos confiesa que: "El detonante fue la muerte de mi padre, que me provocó una depresión. Perdí el entusiasmo por las películas. Mi padre y mi madre coleccionaban cómics y cuando falleció mi padre tuve que deshacerme de todo lo que había acumulado durante su vida. Y me cabreó y me frustró. Pensé: ¿Por qué la gente se dedica a coleccionar, a acumular cosas? Y eso fue el punto de partida del guion. En principio solo iba a tardar cinco aós en hacer la película pero con el COVID todo se retrasó muchísimo, y tardé en conseguir la financiación".

Su anterior y premiado largometraje Mary and Max (2009), también tenía mucho de autobiográfico y contaba la larga amistad por correspondencia entre un cuarentón judío y obeso de Nueva York, y una niña australiana de ocho años que vivía en los suburbios de Melbourne. Una relación que nos recuerda un poco a la que mantienen Grace y Pinki en Memorias de un caracol. "Creo que podemos aprender muchas cosas de la gente mayor. Yo viví con mi abuela durante unos cuantos años y me enseñó mucho. Quizás más que mis padres. Y siempre me ha gustado esa idea de que la gente más mayor, cuando contemplan a los jóvenes, se ven un poco a sí mismos y anhelan recuperar esa juventud. Mientras que los jóvenes sueñan con lo contrario: tienen prisa por ser mayores. Por eso me gusta explorar esas amistades de gente con gran diferencia de edad, que tienen mucho que aprender los unos de los otros".

"En la película -añade el director-, Pinky es esa persona sabia sin la que Grace nunca hubiese visto la luz, nunca hubiese dejado de tener lástima de sí misma. Pinky es el catalizador para que Grace se convierta en una persona valiente".

"Perder un gemelo es como perder un ojo"

El tercer protagonista de la historia es Gilbert, el hermano gemelo de Grace, con el que tiene una relación muy especial y al que pierde en una subtrama tan delirante, emocionante y divertida, como trágica. "Hay una frase en la película que dice que cuando pierdes a un gemelo es como si perdieses un ojo. Y sin su hermano gemelo, Grace no se siente completa. Hasta el final de la película, cuando comprende que no necesita a su hermano para ser una persona íntegra, completa. Es entonces cuando logra superar sus traumas y convertirse en una persona completa. Aunque eso no signifique que no siga echándolo de menos".

"Siempre me ha fascinado el tema de los hermanos gemelos y las relaciones entre ellos, aunque no tanto por lo que tienen en común sino por lo que los diferencia", añade el director.

En la película Adam Elliot también critica los fanatismos religiosos (un tema con el que está relacionada esa muerte del gemelo de la protagonista). "Soy ateo, pero recibí una educación religiosa y tenía que ir a la iglesia todos los domingos y dar dinero. Mi paga semanal iba para la iglesia y eso me cabreaba mucho. Aquí no quería criticar a ninguna iglesia en concreto, pero pienso que toda forma de religión organizada es una especie de secta. También me parece que la religión está llena de contradicciones".

"Y durante 30 años, siempre he querido rodar una secuencia donde quemo una iglesia", concluye.

"Es muy difícil convencer al público de que los muñecos tienen vida"

Destacar que la película es muy emocionante desde el primer al último fotograma, por lo que preguntamos a Adam cómo se consiguen esas emociones con muñecos de plastilina o de plástico. "Es muy difícil convencer al público de que estos muñecos tienen vida, que tienen un corazón que late. Y hay que conseguir eso desde el primer fotograma, porque si no la película no funciona. Yo lo intento lograr con empatía, creando personajes que son reales, creíbles, auténticos... Para qué, al minuto de arrancar la película, ya te identifiques con ellos".

Destacar la obsesión por los detalles de Adam, ya que cada fotograma está lleno de cientos de objetos, de detalles, de briznas de hierva, de herramientas, de caracoles.... "Quiero que la experiencia del visionado de la película sea bastante intensa -nos confiesa-. Hay que ver la película unas cuantas veces para apreciar todos los detalles. Quiero que el público esté sobrecargado de información, de detalles... Mostrar esa obsesión de la protagonista por coleccionar y acumular cosas. En la primera secuencia, en la que la cámara nos introduce en su mundo y en su colección, quería que el público sintiera claustrofobia, que se sintiera superado y sobrecogido ante los acontecimientos que le esperan durante el resto de la película".

Destacar que, en la versión original, la película cuenta con las voces de Jacki Weaver, Sarah Snook, Eric Bana, Dominique Pinon y el propio Adam Elliot

Aunque Memorias de un caracol sea una tragicomedia con momentos muy dramáticos, hay que destacar que el mensaje final es de amor a la vida, una vida que tenemos que aprovechar y disfrutar a tope, siempre mirando hacia el futuro. Y espero que en vuestro futuro se cruce esta maravillosa película, que es una de las mejores del año. Se estrena este 31 de enero en cines.