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'La red fantasma': vivir el trauma de una víctima siria que busca justicia por su cuenta en Europa

  • Jonathan Millet retrata las células secretas de civiles sirios que persiguen a sus verdugos que viven camuflados en Europa
  • Está nominada el Premio César a la mejor dirección novel y se estrena en cines de España

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Imagen de 'La red fanasma', de Jonathan Millet
Imagen de 'La red fanasma', de Jonathan Millet LAZONA
3 min.

Cuando tenía 20 años, el director francés Jonathan Millet pasó un año en Alepo, antes de la guerra, fogueándose como cineasta. Ya con el conflicto en llamas, uno de los amigos que hizo le mandó imágenes del mismo barrio que habitaron completamente devastado. Entonces Millet ya era un documentalista especializado en migraciones y decidió que podía usar su doble implicación personal para debutar en la ficción con un tema poderoso en La red fantasma: las células secretas de víctimas del régimen de Bashar al Asad que buscan en Europa a sus verdugos.

“Cuando empecé a oír hablar de estas historias, empecé contactar con ellos. Me costó semanas ganar su confianza porque no son espías profesionales, sino gente absolutamente normal: un taxista, un abogado o un profesor de literatura”. Esta última profesión fue la elegida para el trágico héroe de su película: Hamid (Adam Bessa), una víctima de la prisión de Sednaya (donde 30.000 presos fueron ejecutados y miles torturados) abandonado posteriormente en el desierto, que se instala en Estrasburgo en busca de desenmascarar al hombre que le torturó durante años. Con una dificultad: nunca vio su cara y para reconocerle depende del resto de sentidos.

La red de la que forma parte Hamid, que operan como miembros de un servicio de inteligencia amateur, rastrea entre los cientos de miles de sirios que acabaron como refugiados en Europa a los monstruos del régimen que viven bajo una nueva identidad tratando de borrar su pasado.

"Cuando hablaba con ellos, me interesaba su fragilidad: nadie les había preparado para ese trabajo", cuenta Millet. “Tienen dudas y preguntas éticas, humanas y morales. Son hombres normales enfrentados a cuestiones extraordinarias”, expone. Y la duda final es elegir entre la justicia (desvelar su identidad a medios de comunicación para buscar una detención) o la venganza (por su propia mano). “Es una película sobre la duda y no quería que hubiera una solución buena o una mala. Quería explorar el dilema y el hecho de que la consecuencia de cada decisión es tremenda”.

La película se estrenó en mayo en el pasado Festival de Cannes, cuando la Guerra de Siria estaba fuera de foco. La caída de Al Asad en diciembre y el proceso de reconstrucción del país la sitúa ahora en un lugar distinto, pero igualmente recuerda años de dejación de la justicia internacional, y de la Unión Europea en particular.

“La elección del tema era una forma de que Oriente Próximo siguiese actual para los lugares donde se toman grandes decisiones. Desde junio han pasado muchas cosas, sobre todo la caída de Al Asad, que llevaba 13 años bombardeando a su pueblo. He pasado tanto tiempo hablando con sirios que también me siento un poco sirio”, describe. “Antes de terminarla, enseñé la película a muchas de las personas que contacté porque no quería traicionarlas ni ponerlas en peligro”.

Una película sensorial, nominada en los Premios César

La red fantasma es una película sensorial, que trata de habitar la mente de su protagonista. El hecho de que él jamás pudiera ver el rostro de su verdugo favorece ese estilo cinematográfico que le ha valido a Millet la nominación al premio César del cine francés a la mejor dirección novel.

“Viene de dos testimonios. Uno fue un sirio que, comprando en un supermercado en Alemania, vio la silueta de un hombre de espaldas y reconoció por su forma de moverse al hombre que le torturó. Sintió una sensación como de desmayo, una sensación física, no psicológica. Muchos miembros de estas células secretas se basaban en el olor o la voz. Además, muchos habían pasado meses o incluso años a oscuras, desarrollando otros sentidos. Por eso intenté que la película fuese una experiencia física, visceral. No da información, se trata de hacer sentir el trauma, no explicarlo”.

El director francés, Jonathan Millet.

El director francés, Jonathan Millet. LAZONA

Centrada en su protagonista y otros personajes de la diáspora siria, fuera de foco se intuye la situación de rechazo común a cualquier inmigrante. “Quería que los europeos fueran literalmente el telón de fondo. Y los protagonistas son conscientes de que si denuncian a sus verdugos pueden provocar un cierre de fronteras”, detalla.

Tras el viaje de entrar en el trauma personal y colectivo, subyace también la crítica a la ausencia de justicia. “Lleva a escala humana la historia en mayúsculas, porque Europa no se atrevió a intervenir y a buscar la justicia. Que se castigue a los culpables, que las víctimas sean reconocidas, es necesario para que puedan volver a vivir”.