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Lucía Sánchez Saornil, la exponente ignorada del ultraísmo: "¿Es verdad que la esperanza ha muerto?"

  • Cuando se quedó a cargo de su padre y hermana empezó a relacionarse con la vanguardia literaria de la época
  • En 1938 se trasladó a Valencia donde conoció a América Barroso, su compañera hasta la muerte

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Mujeres malditas - Lucía Sánchez Saornil - 12/02/25

*Mujeres malditas, con Valle Alonso, cada miércoles quincenal en Radio 5, a las 11.47 h

Lucía Sánchez Saornil nació 1895 en el seno de una familia obrera del barrio de las Peñuelas de Madrid que había emigrado de un pequeño pueblo de Valladolid. Llegan a una ciudad, "de efervescencia y donde estarán todas las contradicciones propias de lo que será el siglo XX", apunta Jordi Corominas en Mujeres Malditas. Su madre falleció cuando Lucía tenía 13 años, lo que la llevará a asumir una serie de responsabilidades que no son propias de su edad.

Emma Goldman (al centro) visita la España republicana en 1938 junto con la secretaria internacional de Solidaridad Internacional Antifascista (SIA), Lucía Sánchez Saornil (a la izquierda), y Cristina Kon (a la derecha), como traductora.

Emma Goldman (al centro) visita la España republicana en 1938 junto con la secretaria internacional de Solidaridad Internacional Antifascista (SIA), Lucía Sánchez Saornil (a la izquierda), y Cristina Kon (a la derecha), como traductora. CC

Quedarse al cargo de su padre y una hermana, cortó de raíz su formación. Fue alumna del Centro de Hijos de Madrid, la Casa de los Gatos y, después, curso diferentes estudios artísticos, aunque sin obtener títulos académicos. Frecuentó la Academia de Bellas Artes y empezó a relacionarse con la vanguardia literaria de la época.

Inspirada en el modernismo, evolucionó al ultraísmo

En 1918 publicó sus primeros versos en la revista literaria Los Quijotes. Su primera producción poética, que no destaca excesivamente, se inscribe en el modernismo, pero poco después, Lucia se centró en el ultraísmo, en el que participó activamente. Es la única representante del movimiento aunque, como muchas mujeres, es ignorada en las antologías, que ni la mencionan.

En 1924 comenzó a trabajar como operadora en la Compañía Madrileña de Teléfonos, donde rápidamente ascendió. Por razones que no están claras, aunque probablemente fue depurada, causó baja en la empresa en 1931. Tiempo después fue admitida en octubre de 1936 y trasladada a Valencia. Su actividad dentro de la CNT se remonta al inicio de la Segunda República. Con su preparación e implicación, se convirtió enseguida en una destacada líder. Hacía 1934, se integró en el diario confederal CNT, donde desempeñó el puesto de jefa de redacción.

El machismo trasciende ideologías

Ella cree en "una sexualidad libre", señala Jordi Corominas, y también apuesta por algo con lo que sus compañeros varones no siempre estarán de acuerdo y es "el concepto de mujer como un ser pensante, que supere el eterno dualismo al que el hombre la ha sometido durante la historia", asegura.

Su posición feminista se consolidó a lo largo de los años. Publicó artículos en Tierra y Libertad, La Revista Blanca y Solidaridad Obrera, en los que defendía abiertamente que la lucha de la mujer no debe estar supeditada a la lucha de clases y donde instaba a los anarquistas a que empezaran a liberar a las mujeres de sus prejuicios en sus propias casas. Esa actitud le ocasionó descrédito y descalificaciones por parte de los líderes de la CNT y la FAI. El machismo trasciende ideologías.

Comité de redacción del periódico CNT en 1933. Lucía Sánchez Saornil aparece en el centro.

Comité de redacción del periódico CNT en 1933. Lucía Sánchez Saornil aparece en el centro. CC

En los meses previos a la guerra civil, Lucía, junto con Mercedes Comaposada y Amparo Poch, fundaron la organización Mujeres Libres, sección femenina de la CNT, en la que posteriormente se creó una publicación con el mismo nombre, de la que fue editora y redactora.

Murió en 1970 con América Barroso a su lado

En mayo de 1938 ocupó la secretaria del Consejo General de Solidaridad Internacional Antifascista y se trasladó a Valencia, donde conoció a América Barroso, su compañera hasta la muerte. En 1939 ambas se exiliaron a Francia, pero en 1941 volvieron a cruzar la frontera huyendo de los nazis, para evitar la deportación a los campos de concentración.

En Madrid, Lucía fue reconocida y viajaron de nuevo a Valencia, donde se establecieron definitivamente, llevando una vida absolutamente discreta. Esta feminista, que luchó por las libertades en el frente anarquista, que militó en la vanguardia durante las décadas de los años 1920 y 1930, murió en Valencia en 1970. Su compañera hizo grabar sobre la lápida de su tumba: “Pero ¿es verdad que la esperanza ha muerto?”.