Presidencia Trump: la semana grande de Vladímir Putin (y de Elon Musk)
- Vladímir Putin, con una llamada, y Elon Musk, con una imagen, se han hecho protagonistas de la semana política en los EE.UU.
- El planteamiento bilateral de la negociación sobre la guerra en Ucrania es una victoria para Vladímir Putin


El uno, Elon Musk, apareciendo de manera impropia en el Despacho Oval para explicar la política de los Estados Unidos, y el otro, Vladímir Putin, con un trato prioritario que no tenía desde que invadió Ucrania, han tomado relevancia esta semana en la política de los EE.UU. y del mundo gracias al presidente Donald Trump.
Vladímir Putin ya no es un apestado ni un agresor
Eso es lo que el presidente Trump le ha dicho al mundo con la llamada del pasado miércoles al presidente ruso. Donald Trump habló por teléfono durante hora y media —según la información oficial— con el presidente ruso, Vladímir Putin.
La conversación trató sobre el futuro de la guerra en Ucrania, entre otros asuntos, los mandatarios quedaron en verse próximamente en Arabia Saudí y se invitaron recíprocamente a sus países.
Todo normal. Se acabó el veto al presidente Putin que desencadenó en los Estados Unidos y Europa la invasión rusa de Ucrania, un presidente sobre quien, recordemos, pesa desde hacer dos años una orden de detención del Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra. Ni rastro de las manchas que han hecho de Putin, por consenso, un paria en los principales países de Occidente, ni rastro tampoco de uno de los pilares de la política exterior estadounidense desde la invasión.
El comunicado en la cuenta social de Donald Trump tenía las buenas palabras, las zalamerías, de la diplomacia habitual entre dos mandatarios amigos, la guerra "Rusia/Ucrania" aparece mencionada como si fuera un accidente ajeno a la acción del Kremlin. Ni agresión, ni invasión.
Trump se pone del lado de Putin
Por el mero hecho de hablar con el presidente ruso sin antes hacerlo con el ucraniano, y sin contar tampoco con ninguna estrategia conjunta con la Unión Europea, aliados de los Estados Unidos, Trump plantea la guerra en Ucrania como una cuestión esencialmente bilateral entre Washington y Moscú, que es precisamente la estrategia inicial de Vladímir Putin.
Para el ruso, eso es lo que le lleva diciendo a su población y al mundo desde hace tres años: la invasión de Ucrania no es una agresión a un país soberano, sino una acción defensiva frente al supuesto ataque de Occidente en forma de expansión de la OTAN hasta las fronteras con Rusia y, siempre según Putin, la instalación de peligroso armamento nuclear en sus fronteras.
¿Y qué es Occidente para Moscú? Los Estados Unidos. El resto, empezando por los europeos, somos una panda de vasallos de Washington sin siquiera consciencia de serlo. Por eso, al plantear Trump un hipotético final de la guerra en Ucrania como una cuestión entre Washington y Moscú, Trump le está dando la razón a Putin, se pone en su misma perspectiva: Ucrania no es un país soberano con entidad por sí mismo, sino una pieza en el tablero donde quienes mueven las fichas son Rusia y los Estados Unidos. Y los europeos, lo dicho, unos comparsas, unos vasallos a quienes se puede ningunear impunemente.
La llamada del presidente fue la guinda del día
La llamada del presidente Trump fue la guinda para una jornada, la del miércoles pasado, en la que los Estados Unidos echaron sobre Ucrania varios jarrones de agua tan helada como el mismo mes de febrero. Tantas jarras de agua fría sobre Ucrania como palmaditas en la espalda a Rusia. Porque el día empezó en el corazón político y militar de Europa, en Bruselas. Ahí el flamante Secretario de Defensa, y expresentador de Fox News, Pete Hegseth, anunció de manera contundente que Ucrania no entrará en la Alianza Atlántica, que no recuperará el territorio que tenía antes de 2014, es decir, antes de la invasión rusa en el este y la anexión de la península de Crimea.
Recuperar ese territorio y con él la integridad territorial de la Ucrania independiente desde 1991 es por lo que han muerto y caído mutilados centenares de miles de ucranianos, y el ingreso en la OTAN es la única esperanza, desesperada, que les quedaba a los ucranianos para acabar con la guerra y garantizar su seguridad futura. Porque nadie en Ucrania, ni en los países del este europeo, se fía de ningún pacto que pueda alcanzarse con el presidente ruso. Que recuperar Crimea era una quimera y que entrar en la OTAN no era previsible a corto o medio plazo era algo en lo que había un consenso tácito fuera de Ucrania, pero oírlo con la crudeza con que lo dijo el estadounidense Hegseth fue un mazazo. Y, desde el punto de vista europeo, comprometido con el apoyo a Ucrania, una claudicación antes de que haya empezado cualquier negociación.
Alegría en Rusia, estupor en Ucrania y Europa
La alegría en la prensa rusa afín al Kremlin, prácticamente la única que sobrevive en Rusia, fue evidente a las 24 horas. Lo que se leía entre líneas puede resumirse en un "por fin Estados Unidos entra en razón, y a los europeos no les quedará otra que aceptar, por mucho que les fastidie". Además de la llamada y el tono del comunicado del presidente Trump, algunos articulistas rusos valoraban que Trump se haya deshecho de las personas más hostiles con Rusia.
A ese equipo, además, se unió Tulsi Gabbard, confirmada por el Senado como nueva Directora Nacional de los Servicios de Inteligencia. En el pasado Gabbard ha compartido con Putin las justificaciones para invadir Ucrania. Tan o más ilustrativo del giro a favor de Putin que dio Trump fue que la bolsa de Moscú subió y lo mismo hizo el rublo frente al dólar.
Ucrania y Europa han sido el reverso de esa moneda. Donald Trump se las saltó, la puenteó y fue directamente a hablar con quien considera su interlocutor principal en una guerra que se libra en tierra ucraniana, en pueblos y ciudades ucranianas, y que por vecindad repercute en la seguridad de la Unión Europea. De las palabras de Pete Hegseth en Bruselas cabe deducir que cuentan con Europa sólo para mandar tropas a Ucrania, si se considera necesario porque no habrá —anunciaron— soldados estadounidenses.
JD Vance remacha el clavo
El vicepresidente de los Estados Unidos, JD Vance, ha venido a Europa para la Conferencia de Seguridad de Europa y lo que ha hecho es echar una bronca solemne a los gobernantes europeos y dejado el titular de que "la principal amenaza para Europa no es Rusia, ni China, ni ningún actor exterior, sino la amenaza interna". Rusia no es la principal amenaza de Europa.
A partir de ahí, en sus veinte minutos de discurso, el número dos del nuevo gobierno estadounidense, con la insolencia del nuevo que acaba de llegar de fuera, reprocha a los europeos sus leyes contra los discursos de odio, contra las zonas de seguridad en la clínicas donde se practican abortos, y los cordones sanitarios, la exclusión en foros y pactos de "opciones extremas". Y lo ha hecho en Alemania, a una semana de las elecciones generales en las que está en juego la fuerza electoral que tendrá la extrema derecha de Alternativa por Alemania, y su papel a la hora de decidir el próximo gobierno. Echa la bronca a los alemanes, en Alemania, ¡en Munich!, por excluir de los pactos de gobierno a los herederos del nazismo.
JD Vance ha aparecido como el profesor de una nueva dirección que suspende a todos los alumnos porque desaprueba el sistema de exámenes, y los insta a aplicarse más y mejor con métodos nuevos. Estados Unidos ha suspendido a las democracias europeas y menospreciado la amenaza rusa. Música para los oídos de Vladímir Putin que lleva años despotricando del funcionamiento de las democracias occidentales, incluida, habría que recordarle a JD Vance, la de los Estados Unidos.
Elon Musk toma el Despacho Oval, el del presidente
No me resisto a comentar esta semana sin hacer hincapié en la escena del martes en la Casa Blanca, en el despacho que representa la presidencia de los Estados Unidos y que, ironía, según los republicanos es poco menos que un espacio sagrado que requiere una etiqueta, un respeto máximo.
¡Cómo se escandalizaron los republicanos de años noventa cuando trascendió que el presidente Clinton tuvo ahí relaciones sexuales! Tanto como el abuso de poder, fue con una becaria, indignó que fuera ¡en el Despacho Oval!
Incluso se indignaron con algo mucho menos morboso, alejado de cualquier acoso: cuando en 2009 el presidente Obama se atrevió a ¡quitarse la americana en el Despacho Oval! Qué falta de decoro.
Bueno, pues este martes, con un presidente republicano, hemos asistido a la siguiente escena en el sacrosanto Despacho Oval: Elon Musk, a quien nadie ha elegido, pero cuyos miles de millones y su supuesta audacia han convertido en principal asesor y brazo ejecutor del presidente Trump, se presentó delante de la prensa, y por lo tanto del país, para explicar, él, no el presidente, los recortes draconianos que está llevando a cabo en la Administración federal.
Y lo hizo vestido como si hubiese entrado en la Casa Blanca por casualidad mientras estaba de paseo con su hijo pequeño. No sólo no llevaba corbata y chaqueta, sino que ni se quitó el abrigo, ni la gorra (la de la visera con el Make America Great Again), y debajo del abrigo llevaba una camiseta, no un traje. Su hijo menor, mientras, no dejaba de hacer perrerías por el despacho e incluso le faltó al respeto al presidente, pero en su caso, es un niño de cuatro años, no tiene ninguna culpa.
El presidente estadounidense, Donald Trump, escucha mientras Elon Musk, acompañado por su hijo X Æ A-Xii, habla ante la prensa en la Oficina Oval de la Casa Blanca ALEX BRANDON
Un análisis semiótico básico de esa escena nos cuenta el poco respeto de Musk y su anfitrión y acompañante silente, el presidente Trump, tienen por el Despacho Oval, y que Elon Musk siente que puede hacer lo que le venga en gana en esta segunda presidencia de Donald Trump.
Acertadamente, la corresponsal de TVE en Washington, Cristina Olea, comparó en su crónica esa escena con la portada de la revista Time que situaba a la persona más rica del planeta, Elon Musk, directamente sentado a la mesa del presidente de los Estados Unidos.