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Elecciones en Alemania 2025

Las cifras del parón alemán: la caída de las exportaciones y el coste del gas frenan a la 'locomotora' europea

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Datos RTVE.es analiza cómo la crisis económica en Alemania puede afectar las elecciones
7 min.

A menos de una semana de las elecciones generales, los alemanes rumian su voto estos días con dos asuntos en la cabeza: el ascenso de la extrema derecha y la pérdida de pujanza de la que sigue siendo la tercera economía del mundo, aunque acaba de cerrar su segundo año en recesión. Un frenazo económico motivado por la caída de las exportaciones, el aumento del precio del gas, la falta de inversión pública e incluso, en última instancia, la propia desconfianza de los ciudadanos, que perciben cómo se tambalea uno de los pilares de la sociedad alemana, la estabilidad del crecimiento.

Y es que hacía más de dos décadas, desde el año 2003, que Alemania no enlazaba dos cursos consecutivos de contracción económica. Aunque sufrió caídas notables del producto interior bruto (PIB) en 2009, por la crisis financiera global, y en 2020, por la pandemia, la tónica general era la de una economía consolidada y madura, con crecimientos estables. Sin embargo, en 2023 el PIB cayó un 0,3% y el año pasado, cuando ya esperaba algún repunte, se redujo otro 0,2%.

El parón se deja sentir también en el mercado laboral: en enero, el paro rozaba ya los tres millones de desempleados y se situaba en el 6,4%, la tasa más alta en casi una década. Aunque todavía es un nivel reducido -especialmente si se compara con tasas como la española, que supera el 10%-, es un aldabonazo más sobre la deriva de la economía y la necesidad de reformas. "Alemania tiene ahora mismo unas expectativas muy negativas", asegura Jose María O'Kean, catedrático de Economía de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, "los alemanes ven lo que está pasando y están bajando el nivel de turismo, el consumo, los empresarios no invierten… Y esto influye en el parón".

Es una incertidumbre que también percibe Miguel Otero, economista especializado en Europa e investigador principal del Real Instituto Elcano: "La guerra de Ucrania ha sido un shock, porque el campeón de la globalización y el liberalismo ve que [el presidente de Rusia, Vladímir] Putin invade un país europeo, y eso deja una sensación de inseguridad, que además se acrecienta con el incremento de la inmigración ilegal".

Menos exportaciones y energía más cara

El estancamiento económico, en cualquier caso, va más allá de ese malestar social que sobrevuela a los alemanes. La pujanza de las últimas dos décadas se fundamentaba en varios factores que ahora se le han vuelto en contra, como la orientación de la producción hacia las exportaciones, que suponen cerca de un 30% del PIB. Alemania es la tercera potencia exportadora del mundo, solo por detrás de las superpotencias Estados Unidos y China, y en 2022 alcanzó un récord con casi 1,6 billones de euros en ventas al exterior, aproximadamente el mismo valor que el PIB de España.

Desde entonces, sin embargo, las exportaciones han sufrido un apreciable declive: en 2024, apenas superaron los 1,4 billones, un 9,6% menos que dos años antes. La causa principal ha sido la contracción del crédito que provocaron las subidas de tipos de interés, que limitó el crecimiento del comercio mundial, algo que puede agravarse si el proteccionismo que propugna Donald Trump con sus aranceles se extiende. Pero buena parte del descenso alemán se debe a la caída de las ventas a China, uno de sus principales mercados, que cada vez demanda menos coches y maquinaria porque está desarrollando su propia industria y en sectores como el coche eléctrico ya es más competencia que cliente.

Un segundo factor que se ha vuelto en contra ha sido el coste de la energía, en el que se entremezclan el abandono de la generación nuclear sin una alternativa clara -decretado por Angela Merkel tras la catástrofe de Fukushima y completado en 2023 con el cierre de las tres últimas centrales-, la progresiva disminución del uso del carbón en aras de luchar contra el cambio climático y, sobre todo, el estallido de la guerra en Ucrania, que ha privado del suministro seguro y barato que suponía el gas procedente de Rusia.

El resultado ha sido un incremento notable de los costes energéticos, no solo para los consumidores, sino también para las empresas alemanas, especialmente para los sectores industriales intensivos en el uso de energía, como la siderurgia. El gas, en concreto, llegó a doblar su precio a lo largo de 2023 y todavía hoy, pese a cierta moderación del coste, cuesta un 73% más que a finales de 2021 -justo antes de la invasión rusa de Ucrania- para los hogares y un 65% más para los grandes consumidores, como las industrias.

Invertir más, pero también en defensa

A esos dos factores se han unido algunos problemas estructurales que Alemania arrastra desde hace años y que la crisis ha aflorado ahora en toda su extensión. El principal es la falta de inversión pública, constreñida por el denominado freno de la deuda, una regla constitucional que impide que el déficit estructural del Estado crezca más del 0,35% anual, y que se refleja sobre todo en el deterioro de las antaño prestigiosas infraestructuras alemanas. El derrumbe en septiembre del puente de Carola sobre el río Elba, en la ciudad de Dresde, se ha convertido, en este sentido, en el símbolo de ese declive.

"Hay una sensación de que el Estado ya no funciona como antes", explica Miguel Otero, que señala que, al volcarse tanto en la apertura al exterior, "no se ha invertido en el futuro y eso hace que las infraestructuras estén muy deterioradas, que la fibra óptica no llegue a todos los sitios y haya problemas de cobertura, que los trenes no funcionen, que se caigan los puentes como en Dresde… Es una sensación novedosa".

Precisamente, el intento del Partido Socialdemócrata (SPD) de suspender temporalmente el freno de deuda para estimular la inversión acabó por dinamitar la coalición de Gobierno, ante el rechazo de los liberales, y provocó el adelanto electoral de este domingo. Ahora es uno de los asuntos clave de los comicios, pero, aunque parece haber consenso sobre la necesidad de reformar esa limitación, Otero advierte que no es solo un problema del sector público: "No hay suficiente canalización del abundante ahorro alemán hacia sectores de capital riesgo o innovadores, sino que se sigue llevando a los sectores tradicionales. Alemania se ha quedado, en ese sentido, en el mundo analógico".

"Incurrir en déficits fiscales para renovar las infraestructuras puede resultar lógico", concede José María O'Kean, aunque avisa de que la inversión pública tiene varios frentes que atender. Así, durante décadas Alemania ha tenido un gasto militar muy reducido, fiando su seguridad a la OTAN y a Estados Unidos, pero Trump ya ha dejado claro que quiere que eso cambie: no solo va a exigir que se cumpla el compromiso de los socios de la Alianza de gastar un 2% del PIB en defensa, sino que quiere que el umbral mínimo se eleve al 5%. Lo cierto es que, en 2023, con la guerra de Ucrania a las puertas de Europa, Berlín apenas destinó un 1,5% del PIB al gasto militar y, aunque la partida ascendía a más de 61.000 millones de euros, seguramente tendrá que aumentar su esfuerzo económico.

Reinventar un país envejecido y conservador

En el horizonte aparecen otros nubarrones, como el acusado envejecimiento de la población alemana: en un continente tan envejecido como es Europa, Alemania es el quinto país con el mayor índice de envejecimiento de la Unión Europea. Es un déficit que puede suplirse con inmigrantes, pero el país aún está digiriendo la llegada masiva de refugiados que tuvo lugar a mediados de la pasada década -solo en 2015 recibieron a más de un millón de personas-, uno de los factores que ha alimentado el ascenso de la extrema derecha, de forma que el nuevo Gobierno seguramente se vea más inclinado a restringir la inmigración -como ya ha intentado la CDU, el partido favorito en las encuestas, con el apoyo de la ultraderecha, aunque el Parlamento lo ha rechazado-.

Para afrontar esos problemas, en cualquier caso, Alemania dispone de herramientas, como un considerable ahorro acumulado tras años de superávit comercial y una deuda muy controlada, apenas el 62,4% del PIB al cierre de 2024, cuando la media de la UE es el 81,6% y países como España, Francia o Bélgica superan el 100%. Y sobre todo, sigue contando con una estructura productiva sólida, quizás no excesivamente innovadora, pero sí puntera: "Alemania tiene grandes empresas tecnológicas, sus productos tienen un gran nivel de tecnología", recalca José María O'Kean, "pero siempre han sido más técnicos que tecnológicos, aplican tecnología ya desarrollada con un nivel de calidad extremo, aunque no están en la investigación tecnológica".

El catedrático subraya que cuando la inteligencia artificial, la próxima gran tecnología, se desarrolle, las empresas alemanas sabrán aplicarla en sus industrias, un extremo en el que coincide Miguel Otero: "El Mittelstand, las empresas medianas campeonas en nichos concretos de la industria, ve que la inteligencia artificial, aunque no la produzcan ellas, van a ser ellas las que la asocien a procesos industriales, porque son las que tienen el conocimiento del cliente y el proceso; están bastante tranquilas en este sentido, porque creen que todavía van a dominar ese mercado".

El investigador de Instituto Elcano prevé que serán necesarios un par de años de reestructuración, pero se dice convencido de que la economía alemana volverá a ser competitiva: "A través de reformas estructurales y de oferta, como recortes en la burocracia y el probable levantamiento del freno de deuda, se va a volver más eficiente. Y le pedirán a sus socios [europeos] que hagan lo mismo", advierte. O'Kean también cree que Alemania se levantará, aunque cree que la jerarquía europea está cambiando: "No van a ser tan locomotora, otros países van a tomar el relevo y los países medianos como España o Italia van a ganar peso. Pero los alemanes siempre se rehacen, tienen una gran conciencia económica de sacrificio, aunque no va a ser fácil".