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Análisis

Presidencia Trump: Vladímir Putin habita en el Despacho Oval

  • Trump llamó "dictador" a Zelenski y negó la palabra "invasión" en la guerra, un discurso equivalente al de Putin
  • En menos de un día, las afirmaciones de Trump han escandalizado al mundo diplomático de EE.UU. y Europa

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Presidencia Trump: Vladímir Putin habita en el Despacho Oval
Imagen de archivo del presidente ruso, Vladímir Putin, y estadounidense, Donald Trump, durante una reunión bilateral (junio de 2019) KEVIN LAMARQUE

Lo dijo en inglés, pero sonó a ruso. "Zelenski [el presidente de Ucrania] se queja de que no lo hemos invitado a las conversaciones de paz. ¡Ha tenido tres años! No haber empezado". "No haber empezado", le dice el presidente de los Estados Unidos al presidente ucraniano sobre los tres años de guerra. No contento con echar la culpa de la invasión, palabra que no pronuncia, al invadido Donald Trump critica a Volodimir Zelenski por no haber convocado elecciones, en un país en guerra, lo llama dictador y le quita legitimidad para negociar el futuro de Ucrania. Exactamente el discurso del presidente ruso, Vladímir Putin.

El guion del Kremlin

Si Donald Trump fuera un actor, diríamos que interpreta un guion escrito por el Kremlin. Porque en esta guerra niega la mayor, que la guerra en Ucrania no la desencadenó la invasión de su territorio por Rusia, sino que Moscú acaba ocupando parte de Ucrania y bombardeándola durante tres años por la testarudez del presidente Zelenski, "un actor mediocre", según el presidente Trump, que se niega a aceptar un pacto con Putin. “Ha tenido tres años para negociar. Y mucho más. (...) Sin perder mucho territorio, solo un poco, sin perder vidas (...) No tenían que haber empezado. [De haber sido presidente] yo habría logrado un acuerdo que les habría dado casi todo el territorio", fueron las palabras del presidente Trump.

¿Qué pacto habría detenido al presidente Putin, según Trump?¿Una claudicación del gobierno de Ucrania, renunciar a sus aspiraciones en política internacional y de defensa? ¿La cesión de territorio a Rusia? ¿Cuánto territorio? ¿Es ese el concepto de soberanía nacional que tiene Donald Trump o es que no reconoce a Ucrania el derecho a serlo?

Trump recrimina a Zelenski no haber acordado la paz y este le responde que vive "en una burbuja de desinformación"

En apenas veinticuatro horas Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos, ha escandalizado, y alarmado, esta semana al mundo diplomático de los Estados Unidos y de Europa al atacar a la víctima, el país ocupado, invadido, y al presidente que no huyó como preveía la mayoría, sino que se quedó al frente del país, y así logró el respeto entre la ciudadanía y un trato de héroe en los Estados Unidos y casi todos los países Europeos. ¿Su liderazgo se ha erosionado? Sin duda. ¿La democracia ucraniana se ha resentido? Sin duda, también. ¿Es un dictador? No.

Las elecciones en Ucrania no se convocaron el año pasado por consenso político y ciudadano. Porque el país está en guerra, hay millones de desplazados dentro y fuera de Ucrania, no hay censo fiable ni garantías de seguridad bajo las bombas. Además de que es lo que dicta la Constitución ucraniana en caso de estar vigente, como es el caso, la ley marcial.

Es más que una ironía que Donald Trump llame dictador a un presidente que retrasa las elecciones por estar en guerra mientras no emite ni media crítica al presidente Putin, que lleva ya 25 años en el poder y ha eliminado toda oposición viable en Rusia, y mientras se deshace en elogios a Arabia Saudí, país que viola derechos humanos y responsable de haber matado y descuartizado al periodista Jamal Khashoggi. Ironía también, hablando de elecciones, porque Donald Trump aún no ha reconocido su derrota en las de 2020 en su país, celebradas en tiempo de paz y sin anomalías destacables, según las investigaciones que se hicieron.

Ya lo dijo el veterano ministro ruso de Asunto Exteriores, Sergei Lavrov: por fin un líder occidental que le da la razón a Rusia en esta guerra. El país es, nada más y nada menos, que los Estados Unidos.

La escenografía del Kremlin

La puesta en escena también parece diseñada por el Kremlin. Esa mesa en Arabia Saudí con las dos delegaciones de Exteriores, cara a cara, para negociar el futuro de Ucrania, es lo que quiere Vladímir Putin desde que llegó al poder, que Rusia sea de nuevo un actor imprescindible en la escena internacional. La imagen de Riad fue el segundo acto, por todo lo alto, de la normalización de Putin que emprendió el presidente Trump con la llamada del 12 de febrero. A la Rusia de Putin ya no se la castiga por haber invadido un país, sino que se la premia otorgándole más poder que al invadido a la hora de decidir el futuro de ese país invadido.

En un mes hemos pasado de un presidente de los Estados Unidos que consideraba a Vladímir Putin un asesino a otro que busca el modo de congraciarse con él y hacer negocios juntos.

Tal vez es de una lógica aplastante, de una gran coherencia

Si partimos de la perspectiva de alguien que pretende anexionarse su vecino y hasta ahora aliado Canadá, comprar a otro aliado, Dinamarca, Groenlandia, y hacerse también con el control del Canal de Panamá en aras de los intereses de los Estados Unidos, cómo negarle a Moscú lo que él pretende para Washington. Si Estados Unidos tiene derecho a su zona de influencia, su "patio trasero", en los libros de historia están las injerencias en América Latina, cómo se le puede negar a Rusia.

Además, en su mente de businessman en Rusia se pueden hacer grandes negocios, otro mensaje del Kremlin que Trump asume como propio. Lo detallaba esta semana el periódico The New York Times, no es porque sí que junto al ministro de Exteriores ruso, negociando con la delegación estadounidense, estuviera el experto en inversiones del Kremlin, Kiril Dmitriev. ¿Para qué? Para usar las inversiones y sus dividendos como instrumento diplomático, para persuadir a la presidencia Trump. Putin no quiere solo salir del ostracismo de parte del mundo, quiere que le levanten las sanciones económicas, y considera que lo mejor para convencer a Trump no es tanto la geopolítica como los intereses económicos. No es arriesgado aventurar que Moscú conoce a Donald Trump, mucho mejor de lo que Trump y su entorno conocen el alma rusa y al zar. Ojo, que en los Estados Unidos hay excelentes kremlinólogos, herencia de la guerra fría, pero Trump en su segunda presidencia se ha deshecho de expertos que puedan llevarle la contraria.

Encima de la mesa de Riad Dmitriev puso una cifra: 324 mil millones de dólares. Según el enviado ruso, ese es el monto de las pérdidas de las industrias estadounidenses a consecuencia de la sanciones impuestas a Rusia como castigo por haber invadido Ucrania. Levantar las sanciones contra Rusia y volver a hacer negocios con ella beneficia económicamente a ambos.

Esta semana han abundado entre observadores y analistas las comparaciones con el pacto Molotov (Unión Soviética de Stalin)-Von Ribbentrop (Alemania de Hitler) para repartirse Polonia y otros países de Europa del Este. El gobierno Trump ya ha explicitado qué tajada quiere de Ucrania, acceso a su subsuelo, a la mitad de la riqueza en esos minerales raros de los que depende la industria tecnológica. Putin, por su parte, ya firmó la anexión de cuatro provinicias del este de Ucrania hace más de dos años, antes incluso, de tenerlas ocupadas militarmente del todo.

Mientras los presidentes Trump y Zelenski se enzarzan en declaraciones y réplicas, los equipos de Exteriores en Washington y Moscú siguen trabajando a partir de lo pactado esta semana en Arabia Saudí. Por Ucrania sin Ucrania.

¿Y Europa?

Europa, incluido el Reino Unido, asiste atónica y alarmada a unos acontecimientos que se suceden a una velocidad superior a su capacidad para, no ya reaccionar, sino simplemente reunirse y hablar. Donald Trump ha hecho volar por los aires uno de los pilares de la política exterior de los Estados Unidos desde, por lo menos, hace ochenta años: se enfrenta a Europa y se alinea con Moscú.

Recordemos que hace apenas una semana asistimos boquiabiertos, y en el caso de los anfitriones alemanes, indignados, a una bronca monumental del vicepresidente estadounidense, JD Vance, a los países europeos cuyas democracias descalificó con pasión. De nuevo, ni media crítica a la democracia rusa.

Es un clásico decir que la Unión Europea se crece y une fuerzas en momentos de crisis, recientemente hemos tenido los casos del Brexit, de la pandemia del COVID-19 y la crisis económica que desencadenó, o la propia invasión de Ucrania, como ejemplos de unidad que sorprendieron a propios y extraños. El reto ahora es si será capaz de reaccionar con unidad y determinación ante la afrenta de quien ha sido desde el final de la Segunda Guerra Mundial su principal aliado, su mayor garante de seguridad.

Los gobiernos de Estados Unidos, de ambos partidos, por lo menos desde George W. Bush, es decir, todo lo que llevamos de siglo XXI, han reclamado que Europa asuma un papel mayor en su defensa, y Ucrania es, visto desde el Washington de Trump, un asunto europeo. Desde la perspectiva estadounidense, y caricaturizando un poco, los europeos somos unos niños mimados que nos podemos permitir un estado del bienestar superior al de los Estados Unidos gracias a lo que ahorramos en defensa porque de ello se ocupa el hermano mayor, el primo de Zumosol, Estados Unidos.

La política de defensa, interior y exterior es donde es más difícil encontrar la unidad entre los socios europeos, todos ellos muy celosos de su seguridad interna y lo que consideran cuestiones de soberanía nacional irrenunciables. Esta semana que viene se inicia el lunes 24, que marca los 3 años de guerra en Ucrania, y seguirá con una reunión en Washington entre el presidente Trump, el presidente francés, Emmanuel Macron y el primer ministro británico, Keir Starmer. Por fin un par de sillas para europeos a la hora de hablar de Ucrania, pero no los han invitado como portavoces de la Unión Europea (¿acaso Macron?), sino como Francia y el Reino Unido, los dos europeos del Consejo de Seguridad permanente de la ONU, las dos potencias nucleares europeas, un legado del final de la Segunda Guerra Mundial que aún no sabemos si estamos viendo destruir o reconstruir.

Y quién saben cuántas otras declaraciones o acciones del presidente Trump seguirán poniendo a prueba nuestra capacidad de asombro, tiene un mandato de cuatro años y acaba de cumplir sólo un mes en el cargo..