La cancillería más difícil desde la reunificación de Alemania
- Resolver las múltiples crisis y situar al país de nuevo en un papel de liderazgo en Europa y en el mundo, las prioridades
- El ascenso de la extrema derecha es una seria llamada de atención a los partidos tradicionales de centro


El próximo canciller, Friedrich Merz, quiere tener lista la gran coalición para Semana Santa. Ya lo dijo en la noche electoral más abierta y larga que recuerdo en Alemania —y llevo ya unas cuantas, desde la de los primeros comicios tras la unificación, hace casi 35 años—. El futuro canciller tiene ante sí una tarea tan ingente como crucial para el país. Si fracasa, dentro de cuatro años, el susto puede ser de muerte.
El nuevo líder tendrá que recuperar la confianza en los partidos tradicionales de una población que la ha perdido. Estas son las formaciones del centro, aquellos que ya existían antes de la caída del Muro. Porque los que ahora les hacen temblar y adelgazan su representación en el Bundestag nacieron tras la unificación. La gran triunfadora de estas elecciones, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) lo hizo hace doce años.
Los “partidos del este”
En el este, la ultraderechista AfD, La Izquierda (heredera en parte del partido comunista germanooriental) y la Alanza Sarah Wagenknecht (escindida de La Izquierda) suman 57,3%; en el oeste, casi un 30%. Unos resultados que muestran no solo la división del país, sino también y, sobre todo, la inclinación de la población de la antigua RDA a votar partidos populistas de los extremos, a derecha y a izquierda de los partidos tradicionales.
Esto refleja también que la ira, el sentirse ciudadanos de segunda, la sensación de pérdida, de abandono, de no adaptación a los cambios rápidos y de supervivencia de una cultura distinta, perduran en esa zona del país sin que los grandes partidos hayan ayudado a que esos ciudadanos se sintiesen a gusto en la nueva casa unificada. La extrema derecha ha sabido convertir la migración en su principal baza electoral y los demás partidos han cometido el error de entrar en su juego. Ha sabido manipular las emociones de los ciudadanos a su favor.
Con las crisis, los miedos y el descontento con el tripartido, estos partidos "típicos del este" hasta ahora, han conseguido implantarse y crecer también en el oeste. El nuevo Gobierno no puede dar la espalda a esa realidad y a los millones de ciudadanos que han votado a estas formaciones.
El 82.5% de participación, la más alta desde la reunificación, es el reflejo también de que los votantes no están apáticos, no se han quedado en casa, se han movilizado para lanzar un grito en las urnas a los partidos clásicos para que reaccionen, miren hacia adelante y gestionen.
Si no, se corre el riesgo de que cada vez más ciudadanos se sientan abandonados y caigan en los brazos de los cantos de sirenas de extremistas y populistas que venden soluciones fáciles a problemas complejos. Para ellos es muy sencillo hacerlo, saben que no van a gobernar ni a gestionar sus mentiras y falacias y van a poder seguir medrando en el caldo de cultivo de los miedos, la desesperación y la ira.
Matrimonio de conveniencia
Friedrich Merz tiene que formar coalición con los socialdemócratas, los grandes perdedores, que han cosechado el peor resultado de su historia. No tiene por qué ser un matrimonio con amor, basta con que sea de conveniencia, pero eficaz y duradero. El país no está para experimentos con gaseosa. Tienen que resolver varias crisis al mismo tiempo, la económica, la migratoria, la energética, la automovilística, la de las infraestructuras, la de la confianza, la de la digitalización y más. Y mantener el cordón sanitario a la extrema derecha, a la vez que se la debilita.
Y volver a ejercer el liderazgo que le corresponde a Alemania en Europa y en el mundo convulso de Trump y Putin, que no ocultan su apoyo a la AfD y a su líder, Alice Weidel. Merz ya ha dicho que, ante un abandono de Europa por Trump, luchará por una Unión Europa más fuerte y unida, empezando por la seguridad y la defensa.
Tanto él como los socialdemócratas tendrán que rebajar el tono, algo bronco e irrespetuoso de la campaña electoral, y llegar a un pacto de coalición cuanto antes. Los comicios han dejado heridas en todos los bandos. Si fracasan, no solo las urnas no les perdonarán, sino que probablemente la extrema derecha subirá todavía más y será la historia la que tampoco les perdone. No es descartable que todos, incluidos Verdes y Liberales, saquen adelante algunas reformas importantes antes de que entre el nuevo parlamento para evitar que una minoría de bloqueo de AfD y Die Linke puedan impedir esos cambios para los que es necesaria una mayoría de dos tercios.
Merz ha repetido ya por activa y por pasiva, a pesar de la amenaza de Alice Weidel de que fracasará y lo pagará caro, que no se coaligará con la extrema derecha. Los alemanes han votado a favor de un cambio de rumbo, de política, sobre todo en materia de migración y de economía. Hay que recuperar el voto de los jóvenes que, entre los 18 y los 34, eligen sobre todo a La Izquierda y a la AfD, y hacer frente a los problemas en el este. Alemania no solo está dividida entre oeste y este, sino también entre jóvenes y mayores y entre zonas urbanas y rurales. El panorama de los partidos alemanes se ha diversificado cada vez más desde la reunificación.
Una cancillería difícil
Desde la noche electoral se ha podido ver a un Friedrich Merz más relajado, más conciliador, menos tenso y agresivo, más hombre de Estado. Parece haberse quitado la pesada carga de ser el eterno rival de Angela Merkel, que le condenó al ostracismo y le convirtió en uno de sus cadáveres políticos. Ahora sí, tiene al alcance de la mano su sueño de ser canciller y el importante reto de sacar a su país de una muy grave crisis y devolver la confianza a su población, a la vez que reduce a la mínima expresión a la extrema derecha, dando seguridad y estabilidad, muy importantes para los alemanes.
No será una cancillería fácil, está llena de retos y de espinas. Será la más difícil desde la reunificación y posiblemente en la historia de la posguerra, porque nunca antes se había tenido a la derecha de los conservadores un partido extremista con un 20,5%, que promete una oposición dura y acelerar poniendo dos marchas más.
Tenemos que solucionar los problemas de este país y quitarle el sustento a la AfD que vive de esos problemas y de exagerarlos, ha dicho Merz. "Quizás es la última oportunidad de hacerlo. Estoy muy decidido a hacer frente a los problemas y a hacerlo con el SPD que está en una crisis existencial. No tengo ningún interés como demócrata en que el SPD se destruya. Nuestra labor es solucionar los problemas", ha sentenciado. El camino no va a ser fácil.