Del colapso a una recuperación desigual y heridas que persisten: así impactó la pandemia en la economía global
- Los efectos fueron profundos en aquellas economías especializadas en sectores que mantuvieron las restricciones más tiempo
- Los expertos dan por superada la crisis, aunque un lustro después las cicatrices económicas y sociales todavía son visibles


El 14 de marzo de 2020, el Gobierno decretó el estado de alarma para hacer frente a un virus -entonces prácticamente desconocido- que había aparecido en la provincia china de Wuhan unos meses antes. En ese momento, la población española se vio obligada a confinarse en sus domicilios, mientras miles de negocios considerados no esenciales tuvieron que bajar la persiana. Esto provocó una caída sin precedentes del Producto Interior Bruto (PIB), que obligó a España a poner en marcha medidas de protección para salvar a familias, empleos y empresas.

Lo mismo sucedió en el resto del mundo. El planeta prácticamente se paralizó durante el segundo trimestre de aquel año, ocasionando un recorte en el crecimiento económico no visto desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.
“La covid-19 fue la constatación de que las cadenas de valor globales no solo eran una forma de ganar ventaja competitiva, de reducir costes, sino que al mismo tiempo eran una fuente de vulnerabilidad”, explica a RTVE.es el Investigador principal del Real Instituto Elcano, Enrique Feás. A cierre de año, la economía mundial se contrajo alrededor de un 3% y la pobreza aumentó en todo el mundo por primera vez en una generación.
La interrupción de la actividad iniciada en China -primer exportador mundial- se tradujo en el cierre de fábricas y, con ello, en una escasez sin precedentes de productos intermedios manufacturados, esenciales para la producción de bienes en el resto del mundo. Este shock negativo de oferta (se redujo la capacidad de la economía para producir bienes) contrastó con otro positivo de demanda: al tener que quedarse en casa, aumentó el consumo de productos que permitían a los ciudadanos trabajar o entretenerse en casa. Es decir, que la pandemia disparó la demanda de bienes justo cuando la capacidad global para suministrarlos enfrentaba desafíos sin precedentes.
“Nos dimos cuenta que las cadenas de valor globales funcionaban como un reloj, pero que cuando ese reloj se para, volverlo a poner en hora tarda muchísimo más de lo que creíamos (...) Así, a pesar de que tras el impacto inicial de la covid se fueron abriendo progresivamente las fronteras, se habían producido cambios estructurales que eran difíciles de corregir en el corto plazo. Y entonces digamos que los embotellamientos en las cadenas de valor globales tardaron bastante tiempo en corregirse”, recalca Enrique Feás.
La economía española, una de las más afectadas
Los efectos fueron particularmente profundos en determinadas economías: “Quien más sufrió fue quien estaba más especializado productivamente en aquellas actividades que por razones sanitarias, de contener la curva de contagios, se mantuvieron las restricciones durante más tiempo”, afirma a RTVE.es la socia directora de Economía de Analistas Financieros Internacionales (Afi), María Romero.
Entre otras, aquellas que dependían en gran medida del comercio internacional o del turismo. “Estas economías sufrieron una contracción de su actividad más abultada o tardaron más en recuperar su nivel previo a la pandemia”, añade la experta.
Según datos del Banco de España, entre las economías avanzadas, la contracción económica durante 2020 fue superior en el Reino Unido y en el área del euro, donde la diferencia entre la variación observada del PIB y la prevista antes de la crisis alcanzó los 11 y los 8 puntos porcentuales (pp), respectivamente, frente a impactos en torno a 5 pp en Estados Unidos o en Japón.
Dentro de la zona del euro, la economía más afectada fue la española, con un impacto superior a 12 pp; seguida de Malta y Grecia —con un impacto de 11 pp— y de Portugal, Francia e Italia —por encima de 9 pp del PIB—; mientras que este fue inferior a los 5 pp en Luxemburgo, Finlandia y Lituania, y prácticamente nulo en Irlanda.
Tal como explica el supervisor, el peso de los servicios de mercado en Francia, Italia y España es mayor que en el conjunto del área del euro, si bien se observan diferentes patrones de especialización en cada uno de estos países. Mientras que Francia destaca en las ramas de información y comunicaciones y de actividades profesionales, científicas y auxiliares; Italia y, sobre todo, España presentan un mayor peso de las ramas de comercio, transporte y hostelería y de actividades artísticas, recreativas y otros servicios, más afectadas por la covid-19.
Una respuesta excepcional a una situación excepcional
Esta situación inédita en el panorama económico mundial motivó la adopción de medidas también extraordinarias. “El mundo había aprendido de sus errores. El lema de crisis financiera, de que cada palo aguante su vela, se corrigió y se dijo bueno, si hay un shock que afecta a todos, lo lógico es poner en común recursos para salir adelante”, subraya el Investigador principal del Real Instituto Elcano.
En el caso de la Unión Europea, se aprobaron los llamados fondos Next Generation EU y se suspendieron provisionalmente las reglas fiscales con el fin de que los estados pudieran aumentar su gasto para hacer frente a las consecuencias de la pandemia.
España fue uno de los países más beneficiados: le fueron adjudicados 163.000 millones de euros, de los 750.000 del total previsto. “Aunque también los mercados financieros, porque digamos que la Unión Europea lanzó el mensaje de que cuando hay problemas comunes se reacciona de forma común y no se deja que caigan los países, lo cual hubiera provocado otra crisis financiera, como la que tuvimos en el 2010”, añade.
A su vez, los Gobierno nacionales pusieron en marcha medidas como los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), subsidios a autónomos, líneas de avales a través del ICO dirigidas fundamentalmente a proporcionar liquidez a las pymes, moratorias en las hipotecas o el llamado ‘escudo social’ para evitar el corte de los suministros básicos a hogares vulnerables.
“Se decidió adormecer la economía hasta que las empresas pudiesen reabrir, porque no era un problema de que el tejido productivo estuviese dañado, que hubiese trabajadores con cualificación distinta a lo que exige el mercado o que los consumidores no quisieran consumir. Sino que la crisis sanitaria obligó a encerrar a las personas en casa y a cerrar muchas actividades económica”, señala a RTVE.es el catedrático de la Universidad de Valencia e investigador de FEDEA, José Emilio Bosca.
Una recuperación a diferentes velocidades
Así, “dependiendo de la magnitud del shock macroeconómico, unos países salieron antes y otros después”, sostiene Bosca, aunque en este proceso han influido otros factores como la invasión rusa en Ucrania o la guerra en Gaza.
China fue una de las primeras en recuperarse. Las medidas para contener la curva de contagios, el impulso de la inversión pública o la demanda internacional de productos relativos a la pandemia llevaron a la economía china a registrar un crecimiento del PIB del 2,3% en 2020. Un año después repuntó un 8,4% y siguió al alza durante los próximos ejercicios, hasta cerrar 2024 con un avance del 4,8%.
Estados Unidos también experimentó una recuperación rápida, impulsada por amplios estímulos fiscales y monetarios, aunque el repunte de la demanda provocó posteriormente tensiones en las cadenas de suministro y un fuerte aumento de la inflación. En 2020 experimentó una caída del 2,2% del PIB frente al incremento del 6,1% un año después, mientras que a cierre de 2024 avanzó a un ritmo del 2,8%.
En el caso de la Unión Europea, la recuperación fue más desigual. Alemania y los países nórdicos lo hicieron con relativa rapidez, mientras que economías más dependientes del turismo, como España e Italia, tardaron más en volver a niveles previos a la pandemia. Entre otros motivos, también porque la caída fue mucho mayor: “Nos costó hasta prácticamente 2023 recuperar el PIB anterior, mientras que otros países, como Alemania, lo hicieron un año o año y medio antes”, recalca el experto.
Cinco años después de la irrupción de la pandemia, sin embargo, España es la economía que más crece entre las grandes del bloque comunitario, con un aumento del PIB que es cuatro veces superior al de la eurozona. “Estos cinco años han sido absolutamente convulsos. En ese sentido, podemos decir que ahora en términos macroeconómicos no nos va mal, comparado con muchos de estos países que se recuperaron antes de la crisis del covid y que han sufrido más la otra crisis de la energía”, sentencia.
En el caso de América Latina, la recuperación fue más lenta debido a unos sistemas sanitarios y redes de seguridad social débiles, el margen limitado para el apoyo fiscal y el impacto prolongado en sectores clave como el turismo y la exportación de materias primas. Mientras que los países de África enfrentaron una recuperación desigual, afectada por el acceso limitado a vacunas y la falta de recursos para estímulos económicos significativos.
La pandemia de la desigualdad
Entonces, ¿estamos mejor o peor que hace cinco años? Los expertos consultados dan por superada la crisis de la covid-19, aunque un lustro después las cicatrices económicas y sociales aún persisten. “Hemos recuperado los niveles en buena parte de los indicadores macro, pero es verdad que se han abierto brechas que son difíciles de recuperar”, afirma la socia directora de Economía de Afi.
Entre otros, recuerda que la tendencia que exhibían algunos indicadores, por ejemplo el PIB, aún no se ha alcanzado: “Vuelvo a estar en el redil, pero no estoy en el mismo tren”, explica. Tampoco en lo que tiene que ver con la productividad y la inversión, que en su opinión “es clave para volver a la velocidad de crucero”.
Otro de los indicadores que más preocupa es el repunte de la deuda pública: en 2020 se registró el mayor ritmo de crecimiento en las últimas dos décadas, como consecuencia del aumento del gasto sin precedentes para contener los efectos de la pandemia. Y las previsiones no son optimistas: según el monitor fiscal del Fondo Monetario Internacional, se mantendrá por encima de los niveles previos a la covid hasta el final de la década.
Este gasto extraordinario no se vio acompañado por un incremento proporcional de los ingresos, lo que elevó el déficit público en muchos países por encima de los dos dígitos. Por ejemplo, en España alcanzó el 10% en 2020 y en Estados Unidos rozó el 14%. Y hoy, cinco años después, todavía no se han corregido esos desequilibrios.
A su vez, la pandemia amplió las brechas existentes: los países con menor margen fiscal o con sistemas de salud frágiles sufrieron un mayor impacto económico y social; y las familias con menos recursos se vieron más afectadas por la pérdida de empleos y el encarecimiento del coste de la vida.
En el plano social, persisten secuelas en la salud mental de la población, tras el dolor por la pérdida de familiares y el aislamiento prolongado, sobre todo en determinados grupos de población. Mientras que, en el panorama político, el coronavirus trajo consigo un aumento de la polarización y de la desinformación que han hecho tambalear los cimientos de las democracias más consolidadas.
Así, cinco años después, el reloj de la economía mundial parece haber retomado el pulso, pero los engranajes se mueven en un entorno de inestabilidad. Las tareas pendientes, las brechas existentes en la sociedad y las tensiones comerciales entre países siguen escribiendo hoy un guion incierto, aunque los aprendizajes de crisis pasadas pueden servir de guía para afrontarlos, como sucedió entonces con la pandemia.