Diez años del accidente de Germanwings: el desastre que visibilizó la salud mental en la aviación
- El 24 de marzo de 2015, un avión que volaba de Barcelona a Düsseldorf se precipitó sobre los Alpes con 150 personas a bordo
- La investigación reveló que el copiloto, Andreas Lubitz, estrelló deliberadamente la aeronave


El desastre del vuelo 9525 de Germanwings, del que ahora se cumplen 10 años, marcó un punto de inflexión en la historia reciente de la aviación comercial. El 24 de marzo de 2015, Europa sufrió el último gran siniestro protagonizado por una de sus aerolíneas, aunque más allá de la tragedia, el accidente dejó al descubierto una realidad incómoda que había permanecido silenciada durante décadas: la salud mental de los pilotos y el estrés asociado a esta profesión, que se caracteriza por un nivel de exigencia muy alto.
El desastre aéreo se produjo cuando un Airbus A320 que cubría la ruta entre Barcelona y Düsseldorf se estrelló en los Alpes franceses, ocasionando la muerte de las 150 personas que viajaban a bordo. La investigación reveló que el copiloto, Andreas Lubitz, bloqueó al capitán fuera de la cabina y estrelló deliberadamente la aeronave. Lubitz sufría problemas psicológicos graves y los había ocultado a la aerolínea.
El avión despegó pasadas las 10:00 horas de la capital catalana. A los 27 minutos de vuelo, después de atravesar el golfo de León sobre el Mediterráneo, alcanzó su altitud de crucero, 11.500 metros, y se comunicó con normalidad con el control aéreo de Marsella antes de disponerse a sobrevolar los Alpes. Sin embargo, tras esta comunicación, sin previo aviso, la aeronave comenzó a descender rápidamente, mientras el controlador aéreo intentaba sin éxito contactar de nuevo con la cabina de mando para averiguar qué es lo que estaba sucediendo.
Los datos de telemetría indicaron que el A320 inició la trayectoria inesperada a las 10:31, a su máxima velocidad de descenso —unos 650 kilómetros por hora—. El avión desapareció de los radares a las 10:39, e instantes después colisionó contra la ladera de una montaña, en una zona deshabitada cercana a la localidad de Barcelonnette. En el aparato viajaban 144 pasajeros, la mayor parte alemanes y españoles, además de los dos pilotos y otros cuatro miembros de la tripulación. No hubo ningún superviviente.
Acción deliberada
Aunque en un primer momento las principales sospechas apuntaron a un atentado terrorista o a una despresurización de la cabina y posterior hipoxia de todos sus ocupantes, incluidos los pilotos; las grabaciones de las cajas negras, que fueron encontradas casi de inmediato, no dejaron margen para la duda. Aprovechando que el capitán había ido al lavabo, el copiloto Andreas Lubitz activó el cierre de la puerta de la cabina e inició el descenso del avión de forma controlada hacia las montañas, desoyendo las indicaciones de su superior de abrir la puerta, incluso cuando este intentó derribarla con un hacha para recuperar el control de la aeronave.
Paradójicamente, las reformas de seguridad que se implantaron a raíz de los atentados del 11-S, centradas en prevenir ataques terroristas en aviones comerciales, resultaron en este caso decisivas para facilitar la acción suicida. Tras los secuestros yihadistas de septiembre de 2001, se blindaron las puertas de las cabinas, además de establecerse la obligación de que estas permaneciesen siempre cerradas y únicamente pudiesen abrirse desde el interior. Por este motivo, cuando el piloto del vuelo 9525 de Germanwings se ausentó para ir al baño, ya no pudo volver a entrar en la cabina para detener al copiloto.
Monumento conmemorativo del accidente aéreo del vuelo 9525 de Germanwings en Le Vernet, Francia. EFE / EPA /A. JEROCKI
No era la primera vez que un piloto se suicidaba a los mandos de su aeronave, llevándose consigo la vida de todos los ocupantes. Había habido otros casos, como el vuelo 185 de Silk Air en 1997 o el 990 de Egyptair en 1999. La desaparición del vuelo 370 de Malaysia Airlines en 2014, considerada como el mayor misterio de la historia de la aviación, también encajaría en una hipótesis similar, aunque es algo imposible de determinar a ciencia cierta sin la información proporcionada por las cajas negras, que nunca se han encontrado.
En todo caso, fue este último, el desastre de Germanwings, el que redirigió el punto de mira hacia los pilotos e introdujo una serie de reformas en los protocolos de seguridad relacionados directamente con ellos, como la regla de las dos personas en cabina. Tras el siniestro, muchas aerolíneas adoptaron la norma de que si un piloto abandona la cabina, otro miembro de la tripulación debe entrar en ella para evitar que una única persona tenga el control absoluto del avión. Sin embargo, algunos países y aerolíneas han revertido esta medida con el tiempo, argumentando que puede crear otros riesgos.
Deficiencias en los protocolos de salud mental
Aunque quizá las lecciones de mayor calado fueron las relacionadas con la atención psicológica a los pilotos y al resto de miembros de la tripulación. Este trágico suceso reveló las deficiencias en los protocolos de salud mental para los profesionales de la aviación, impulsando la implementación de medidas más estrictas en su evaluación psicológica y seguimiento, para evitar que estos trastornos volviesen a comprometer la seguridad aérea.
Lubitz llevaba poco más de un año trabajando para esta aerolínea de bajo coste que pertenecía al grupo Lufthansa —hasta su desaparición en 2020, cuando se fusionó definitivamente con Eurowings y adoptó su nombre—. Sin embargo, el piloto alemán de 28 años arrastraba graves trastornos depresivos y psicóticos desde hacía muchos años, unos problemas que pasaron inadvertidos para los examinadores médicos de la propia compañía, quienes certificaron que podía volar.
El joven piloto había consultado a decenas de médicos externos, y muchos de ellos le recetaron bajas por enfermedad, pero ninguno contactó con Lufthansa para informar de que la mente de Lubitz era una bomba de relojería que en cualquier momento podía explotar. En Alemania, la privacidad personal se valora de manera tan estricta que los psiquiatras estaban obligados a respetar el secreto médico de sus pacientes, incluso por encima de la seguridad pública. Pocos días antes del accidente, uno de ellos le recomendó que dejase de volar y recibiese atención psiquiátrica, por lo que Lubitz tenía un certificado médico de baja por enfermedad vigente para el día de la catástrofe, que había roto y ocultado a la empresa, así como otros documentos que demostraban que estaba en tratamiento.
"Uno de los factores que contribuyó al accidente fue el miedo a perder la habilitación, y las posibles consecuencias socioeconómicas derivadas de ello. Lubitz tenía un seguro médico que no le cubría esos supuestos, por lo que no notificó a ningún médico aeronáutico su condición, por ese miedo a perder la licencia", explica a RTVE.es Ángel González, subdirector del departamento técnico del Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA). "Además, en Alemania había una jerarquía entre la confidencialidad médica y la seguridad pública, y los psiquiatras guardaron la confidencialidad médico-paciente, que era lo que tenían que hacer", añade.
Apoyo psicológico a la tripulación
Tal y como sigue detallando este especialista, el siniestro de Germanwings impulsó una serie de recomendaciones a nivel de protocolo, que en algunos casos han pasado a formar parte de la reglamentación europea. Una de ellas es la introducción de programas de apoyo psicológico a las tripulaciones, "obligatorio para todas las compañías desde 2020".
Imagen de la ladera, con restos del Airbus 320 de Germanwings en los Alpes franceses. EPA / G. HORCAJUELO
A raíz de la tragedia, se intensificaron los controles médicos y psicológicos a los pilotos, incluyendo exámenes psiquiátricos más exigentes y la obligación de reportar cualquier problema de salud mental sin temor a represalias. Al mismo tiempo, se fomentó una mayor comunicación entre médicos y aerolíneas, estableciendo directrices para que las compañías aéreas puedan ser informadas si un piloto tiene problemas psicológicos graves que puedan comprometer la seguridad.
Otra de las recomendaciones que también se ha convertido en obligatoria es la evaluación psicológica de las tripulaciones de vuelo. "Anteriormente, en el reconocimiento médico inicial se evaluaban únicamente las condiciones psicofísicas de los aspirantes: buena vista, buen oído, buena coordinación… Pero ahora se hace una valoración más extensa que incluye las condiciones psicológicas del aspirante", subraya González, quien aclara que este examen es para toda la tripulación, incluidos los auxiliares de vuelo.
Confidencialidad, autonomía, independencia y cultura justa
El subdirector del departamento técnico del SEPLA subraya que cualquier programa de ayuda psicológica, como el que el sindicato al que representa presta a sus afiliados, tiene que basarse en cuatro premisas: "confidencialidad, autonomía, independencia y cultura justa", entendiéndose esta última como "una cultura que promocione el reporte de eventos que afectan a la seguridad sin que se tomen medidas punitivas hacia la persona, para que no tenga miedo a las consecuencias, a posibles castigos por parte de la compañía, siempre que no sea una negligencia, o una violación intencionada de la seguridad".
"Es importante que se pongan en valor este tipo de programas y que las compañías los abracen", prosigue González, advirtiendo del "riesgo que supone tener una persona descuidada desde el punto de vista psicológico y lo que esto puede suponer". "En definitiva, los programas de ayuda psicológica son un beneficio para los propios profesionales, tanto pilotos como tripulantes, y también para la propia compañía", concluye este especialista.
Diez años después del último siniestro de gran magnitud de un avión comercial en territorio europeo, las consecuencias de aquel trágico suceso siguen más presentes que nunca en el transporte aéreo. Las medidas de seguridad se han reforzado, los controles psicológicos han evolucionado, y la importancia de la salud mental de pilotos y auxiliares ha sido por fin reconocida. Sin embargo, aún queda camino por recorrer, hasta garantizar plenamente que quienes están al mando de una aeronave reciban el apoyo adecuado sin que el miedo al estigma profesional les impida buscar ayuda.