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Europa quiere prepararse para la guerra: ¿cómo es el nuevo plan de rearme de la UE?, ¿qué desafíos y riesgos enfrenta?

  • Solo cuatro miembros europeos de la OTAN gastan en defensa más del 3% del PIB
  • España está a la cola del gasto en defensa, solo dedica un 1,28% de su PIB

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El rearme de la UE: El gran plan de Europa para hacer frente a la amenaza de Rusia

“Si Europa quiere evitar la guerra, Europa debe prepararse para la guerra”. Con estas palabras, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, fijaba 2030 como plazo para culminar el mayor plan de rearme de la UE, anunciado por Bruselas a comienzos de marzo.

El proyecto, llamado ReArm Europe, busca dotar a la Unión Europea de una fuerza de disuasión suficiente para garantizar su propia defensa y seguir proporcionando armamento a Ucrania, ante la amenaza de Rusia y la posibilidad de que la Administración Trump retire su apoyo militar.

Primer paso: gastar más en Defensa

Para lograr estos objetivos, el primer paso que plantea el Ejecutivo comunitario es aumentar la inversión en defensa y que la media del gasto de la Unión Europea pase del 1,9% al 3% del PIB.

Sin embargo, este incremento no es obligatorio y dependerá de cada Gobierno. Además, las brechas entre los Veintisiete son importantes y, en muchos casos, están ligadas a la “cercanía” con la guerra en Ucrania.

En 2024, solo cuatro miembros europeos de la OTAN dedicaron más del 3% de su economía a la defensa: Polonia, Estonia, Letonia y Grecia.

España, entre los que menos invierten en defensa

En contraste, los países del sur están muy rezagados en esta clasificación. España, por ejemplo, se encuentra a la cola del gasto en defensa y solo dedica un 1,28% de su PIB.

Félix Arteaga, investigador principal para Seguridad y Defensa del Real Instituto Elcano, atribuye esta situación a razones históricas. “Hemos estado al margen de todas las guerras mundiales, de la Guerra Fría y, cuando nos hemos incorporado a la seguridad internacional tras la Transición, hemos desarrollado capacidades de gestión de crisis para proporcionar seguridad a terceros”. El problema, apunta el investigador, es que “ha sido a costa de descuidar la defensa territorial”.

A esto se suman factores políticos. “Todos los gobiernos españoles han tratado de minimizar el gasto militar. Por eso, cuando la economía ha ido bien, el gasto en Defensa es el que menos ha subido y, cuando ha ido mal, ha sido el que más se ha recortado”, señala Arteaga a RTVE.es.

¿Quién liderará el rearme europeo?

Otro desafío del plan es lograr una posición común. “No todos los Estados tienen capacidad militar o no todos quieren que la Unión tenga una dimensión militar”, afirma Arteaga.

De momento, las dos mayores economías del bloque comunitario, Alemania y Francia, buscan capitanear la iniciativa. La cámara baja alemana, el Bundestag, ha eliminado el freno constitucional al endeudamiento para poder invertir más en defensa; mientras que el presidente francés habla abiertamente de extender su paraguas nuclear al conjunto de la UE.

Sin embargo, otros aliados fuera de la Unión, pero integrantes de la OTAN, podrían desempeñar un papel clave en el rearme europeo. Es el caso de Reino Unido, Noruega, o Turquía.

Reducir la dependencia militar de EE.UU.

Para que Europa pueda defenderse sin ayuda estadounidense, necesitaría al menos 300.000 soldados, 1.400 tanques, 2.000 vehículos blindados de combate y 700 piezas de artillería, según un informe publicado por Bruegel y el Instituto Kiel.

“La UE tiene capacidad militar suficiente, tiene muchos más soldados que Rusia y puede hacerse cargo de esos 300.000 primeros soldados”, estima Arteaga.

El gran problema del Viejo Continente, según explica el investigador, es la falta de un mando y control unificados. “Además de sustituir a las 20.000 tropas americanas desplegadas en suelo europeo, tendríamos que europeizar las estructuras de fuerza e introducir sistemas de mando y control, inteligencia, comunicaciones, defensa aérea y transporte militar. Así, podríamos relevar, con el tiempo y sin ningún problema, las funciones que realizan las Fuerzas Armadas estadounidenses en Europa” aclara.

No obstante, esto no implica la creación de un Ejército europeo. “Eso haría de la Unión Europea un actor militar estratégico”, algo que “muchos países no quieren”.

Apuesta por la industria militar europea

Otro reto que enfrenta Europa es qué estrategia seguir para desarrollar capacidades militares propias.

En la presentación de su Libro Blanco, la hoja de ruta del ambicioso proyecto de defensa, Bruselas ha adelantado que pretende favorecer la producción europea a través de un mercado de compras conjuntas en el que participaría Ucrania con la Comisión como intermediaria, replicando el modelo de adquisición de vacunas contra el COVID-19.

También busca desarrollar una red de corredores logísticos terrestres, aéreos y marítimos para agilizar el transporte de tropas y equipos, así como establecer reservas estratégicas de componentes de armamentos y tierras raras.

El desafío financiero del rearme

El plan propuesto por Von der Leyen prevé recaudar 800.000 millones de euros en los próximos cuatro años. La pregunta del millón es cómo y de dónde va a salir esta cifra millonaria.

Según la Comisión, la mayor parte los fondos (650.000 millones de euros) descansará en los presupuestos nacionales de los Veintisiete. Para facilitarlo, Bruselas permitirá a los Estados miembros acogerse a una cláusula nacional de escape dentro del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que les autorizará a saltarse los límites fiscales de la UE si invierten en Defensa.

Esto significa que los Gobiernos podrán endeudarse, hasta un tope adicional del 1,5% de su PIB, sin ser sancionados, aunque los mercados financieros podrán penalizarles con mayores tipos de interés al intentar colocar su deuda.

Otra vía será un fondo de 150.000 millones de euros, bautizado como SAFE, que captará este dinero en los mercados de capitales y lo prestará después a los socios europeos para que inviertan de forma conjunta en equipamiento militar, con la condición de que al menos un 65% de los componentes sean de fabricación europea.

Precisamente es este nuevo instrumento el que más división ha generado en las capitales europeas. “En el fondo, lo que vemos son las dinámicas de siempre dentro de la UE”, afirma Alba Leiva, analista de El Orden Mundial. Por un lado, “están los Gobiernos más frugales que son contrarios a un endeudamiento común y que abrazan la opción de que ese dinero se financie a través de préstamos que se tengan que devolver y que cada Estado cumpla con su propio gasto”; y por otra están los que abogan por ayudas directas y “piden una mayor solidaridad europea, como se vio con los fondos de recuperación por el covid-19”.

Bruselas también propone otras tres medidas para que los Estados miembros inviertan más en Defensa: desde ampliar el mandato del Banco Europeo de Inversiones, permitir el uso de parte de los fondos de cohesión en proyectos militares, o crear una Unión de Ahorro e Inversión para canalizar el ahorro de los europeos hacia el sector de la Defensa.

¿Recortes en el Estado de bienestar?

Algunas voces alertan de que estos fondos europeos pueden convertirse en una trampa, ya que la deuda que se emita y los préstamos que se concedan deberán devolverse, y esto podría derivar en inflación y recortes sociales.

De hecho, un estudio del Instituto para la Economía y la Paz de Sídney (IEP) sugiere que un mayor gasto militar suele afectar negativamente a la calidad de los sistemas de salud y educación pública de un país. “Vemos muchísimos ejemplos de países que mantienen bajos niveles de militarización y niveles muy altos de desarrollo”, afirma a RTVE.es Michael Collins, director ejecutivo para las Américas del IEP. “Estamos hablando de un dinero que podría estar disponible para educación, sanidad o para investigación y que se va a invertir en defensa”, advierte.

No obstante, Alva Leiva sostiene que es necesario entender la defensa de una forma más amplia y compatibilizarse con otras prioridades, sin erosionar el Estado de bienestar. “Quizás la solución puede ser plantear otros mecanismos como aumentar impuestos o generar una mayor capacidad de recaudar dinero y ahí está el reto de gastar bien y que esa inversión en defensa también genere riqueza”, opina.

¿Más armas, más paz o más conflicto?

Esta “nueva era del rearme” también plantea el riesgo de una escalada bélica.

La historia muestra que las grandes carreras armamentísticas, como las que precedieron a la Primera y Segunda Guerra Mundial desembocaron en conflictos globales. “A medida que hay más capacidad militar, hay mayor posibilidad de participar en guerras”, señala Collins, especialmente “en un mundo donde hay muchísima competencia por controlar los recursos”.

Como ejemplo, el investigador señala la guerra de Ucrania. Una de las razones para invadir Ucrania “era evitar la expansión de la OTAN hacia el Este, pero lo que ha ocurrido es precisamente lo contrario con la adhesión de Finlandia y Suecia”, explica. “Creo que este plan tiene buenas intenciones, pero podría tener pésimas consecuencias”, concluye.