Por RAFAEL MUÑOZ
El estilo Chinoiserie tuvo su momento de gloria en la mitad del siglo XVIII, y ahora busca una segunda oportunidad con Aitor e Iñaki Muñoz, Ailanto. Su colección es una caja de laca con flores estampadas que encierra tesoros, a veces invisibles a primera vista.
Todos sus tejidos van muy trabajados, algunos de forma delicada como un guipur geométrico, y otras con una textura casi metálica, de bruñido, que recuerda a las manualidades trabajadas a golpe de cincel sobre el estaño.
El gris es uno de los colores de su propuesta que airea azules oscuros, marrones ébano y cobre, y amarillos dorado viejo. También vemos azul tinta china, y una gama de cálidos como arena, galleta y beige. El negro, que no suele aparecer en las colecciones de Ailanto, se decora con laca y caucho para dar un aspecto brillante.
Destaca el estampado de paisajes que muestra flores que nacen de estanques y crecen hacia un cielo de encaje, que es el adorno del cuello. Otros son dibujos de florecillas enmarcadas en abanicos con perlas, un detalle que se repite en complementos sencillos como colgantes o pendientes, que recuerdan a las campanillas de las pagodas.
Soberbios los vestidos multicapa con tejidos de distinto cuerpo y raza que confieren un resultado sorprendente, solo visible en las distancias cortas. Así vemos faldas en lamé muy trabajada velado por otra capa casi transparente, y la misma idea vemos en un vestido que deja asomarse un bello encaje repasado en plata.
Los abrigos están cuidados al detalle y trabajados con esmero. Unos llevan franjas con paillettes adornadas con unos hilos sueltos enmarañados, con cuellos de factura laboriosa y mezcla de texturas. Todos lucen detalles en los cuellos y en los hombros, detalles femeninos, pliegues y formas geométricas que restan esa rigidez monacal que aporta, a veces, el negro.