Por RAFAEL MUÑOZ
¿Si los 80 vuelven por qué no vuelve Francis Montesinos? El diseñador dice que ha estado viajando y que de cada ciudad se ha traído un recuerdo para estamparlo en sus prendas, como los sellos que se estampan en las páginas de un pasaporte.
Para las prendas de abrigo revisa el código del Arte Povera, que está muy de moda en la decoración, y recupera lanas y mantas de factura artesanal, como intentando dar una segunda vida a tejidos que vivieron su juventud hace unos cuantos años.
Los estampados viajeros se mezclan con otros de flores, generosos y con ganas de mezclarse con jerseys en patchwork que tienen un aire de “me los ha hecho mi mamá”. Toda la colección respira este lado casero que aporta ternura al desfile.
Los vestidos de coctel se hacen con tejidos livianos, casi de verano, y con colores playeros, en claro contraste con las capas y los abrigos, de fondo de armario, bastante calentitos. Al caer la noche llega el negro, que colorea grandes lentejuelas, sedas, transparencias y encajes.
El encaje es precisamente uno de los motivos más repetidos, y Montesinos lo cose a vestidos en color pastel, un tanto retro, que apenas destacan sobre el cuerpo de la mujer. Pronto quedan eclipsados por una paleta cromática festiva y alegre, que se mezcla con osadía y orgullo.
Cuando salen los diseños de costura vemos como los volúmenes se agrandan, las sedas vuelan y las flores trepan por las faldas como hiedras de colores. La novia, como un hada, encierra la esencia de la casa: Más es más.