La escultura Musa dormida es el punto de partida de la colección. Este rosto, sereno y bello, de Brancusi presta sus curvas imperfectas para construir volúmenes asimétricos sobre tops y vestidos de fiesta.
Gasas en seda, algodones y otomán de seda (que Barros utiliza por primera vez) son el material con el que moldea una propuesta en tonos madera, bronce, mármol y granate.
El oro, otra de las características del artista, se destina a los complementos que ayudan a recrear el universo brancusiano. Estas piezas se las ha creado el joyero Daniel Espinosa.
Gasas en seda, algodones y otomán de seda (que Barros utiliza por primera vez) son el material con el que moldea una propuesta en tonos madera, bronce, mármol y granate.
El oro, otra de las características del artista, se destina a los complementos que ayudan a recrear el universo brancusiano. Estas piezas se las ha creado el joyero Daniel Espinosa.
Algo tan alejado de lo que vemos en esta Cibeles querida como un traje de neopreno para bucear marca la propuesta de la Coleman. La idea se materializa en combinaciones de colores como azul y naranja, y en las cremalleras en la espalda de los vestidos.
Las prendas, claro, se pegan al cuerpo, van muy estructuradas, y destacan las fabricadas en un lino que va recubierto de poliuretano disfrazado de PVC. Algodón, punto y viscosa completan la carta de tejidos, siempre buscando una ropa real, viva.
Crudos y negro espuma se mezclan en tops asimétricos. Blanco luminosos, índigo y verde agua se dejan combinar con limón y naranja pero solo en pequeñas mangas, bajos o bolsillos exteriores.
El único estampado, casi conceptual, es una línea divisoria como la del horizonte que divide el cielo del mar. Los bolsos, de nuevo de Eric Gallais, se funden con la colección acentuando ese toque sofisticado que Coleman propone para el próximo estío.