Por RAFAEL MUÑOZ
El hábito monacal inspira la colección de Moisés Nieto con la que quiere contar una historia de amor imposible, con “ese” alguien que no existe. La eterna lucha entre el bien y el mal, el deseo y la represión, entre la carne y la fe se refleja en el contraste tan fuerte de los tejidos.
Destacan las mezclas entre algodón y neopreno, piel y gasa o cocodrilo y lana. Toda la gama se rige por las tonalidades monacales. Negro hábito, blanco novicia y marrones fraile acaparan la paleta de color tan solo salpicada con detalles dorados.
Moisés, nombre bíblico, estrecha ligeramente las siluetas en la cintura y da a las faldas una línea vaporosa. Los rosarios los utiliza como adorno o como estampado de color negro sobre fondo blanco.
Vemos cremalleras en las espaldas con forma de cruz, cíngulos de metal que sustituyen a los de algodón, y vestidos con transparencias decentes que tienen detalles metálicos en oro cáliz en los puños y en cuello. Todos son obra de Assad Awad.
Las pieles, pocas, tienen su hueco en esta colección y vemos liebre, marmota americana y otra en blanco roto que se llama cordero de dios (si, se llama así). Los zapatos llevan trenzados de rejilla que recuerdan a los confesionarios, esa frontera con el pecado que no siempre permite ver.
Para la noche hay escotes en la espalda, escondidos a primera vista, y volúmenes más amplios en las faldas que crecen por las enaguas de tul. Todas las prendas de fiesta salen en negro, la última con un cuello bordado con íconos religiosos en dorado y con una falda de pliegues que recuerda a una mitra papal.
Los aplausos, merecidos.
Difícil lo tenía el diseñador taiwanés tras la demostración de Moisés Nieto pero su trabajo se nota y se aprecia sobre la pasarela. Con su compañero de desfile comparte ese aire monacal y la paleta de tonos alejados del deseo.
Los grises mandan en las salidas del principio y las centrales, en telas con peso que, gracias a costuras decididas y pliegues atrevidos, rompen la silueta y descubren nuevos volúmenes.
Lin tiene prendas de carácter surrealista como chaquetas y camisas con mangas sin fin u otras que se introducen en la prenda creando un círculo visual.
Para romper la monotonía del gris vemos que algunas prendas llevan costuras en otro color y algunos abrigos llevan bolsillos ribeteados en tonos más alegres. Los vestidos con patchwork de plisados y fruncidos aportan dinamismo a las prendas.
Al final destacan, por romper la tónica del desfile, abrigos capa con aberturas fruncidas que llevan estampados de flores gigantes sobre fondos más cálidos y sensuales, con texturas brillantes. Prendas que recuerdan a culturas exóticas donde las sedas se estampan de vida.