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La vida en la República Democrática del Congo La guerra sin fin ¡Ponte los auriculares y amplía tu pantalla!

Este reportaje es una experiencia multimedia.

Plano general de una aldea del Congo, rodeada de vegetación.

La República Democrática del Congo es el segundo país más grande de África. Aunque es uno de los más ricos en recursos naturales, ocupa uno de los últimos lugares en la lista del Índice de Desarrollo Humano de la ONU.

Plano general del lago Kivu en el Congo.

El este de la R.D. Congo vive marcado por la violencia desde la llegada de miles de personas por el genocidio de Ruanda hace 24 años. Ni la mayor misión de la ONU es capaz de proteger a una población que está en medio de los combates entre decenas de grupos armados y el Ejército.

Barcas de pesca en el lago Kivu, vistas a través de un hueco entre los árboles de la selva que lo rodea.

Viajamos a Numbi y Lulingu, dos de los lugares más remotos de la provincia de Kivu del Sur para entender cómo este conflicto eterno afecta a su gente.

Numbi
Unos motoristas avanzan por un camino en la ladera de una montaña cubierta de vegetación, camino de Numbi.

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Unos motoristas de Médicos Sin Fronteras entrando en las primeras casas de Kivu.

Numbi es una ciudad aislada entre las grandes colinas en Kivu del Sur. Para llegar hasta allí, hay que subir a más de 2.000 metros.

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Primer plano de la rueda delantera de una moto que avanza hacia la cámara sobre el barro del camino.

Las carreteras son prácticamente inexistentes. Y durante la estación de lluvias, solo se puede llegar en moto.

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Una hilera de personas caminando por un sendero entre la frondosa vegetación.

O como hace la población local: andando durante horas.

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Una mujer transporta una caja de botellas sobre sus espaldas, por un camino transitado por otras personas porteadoras.

Todas las mercancías llegan hasta aquí sobre las espaldas de personas que apenas ganan 3 euros tras 10 horas de marcha.

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Plano general de la calle principal de Numbi, toda embarrada, que cruza casas de madera y paja con tejados de hojalata.

Numbi es también ciudad de llegada. Durante años ha sido lugar de destino para cientos de personas que buscaban seguridad y tierras fértiles.

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Plano general de Numbi con la mina al aire libre de casiterita en la ladera de la montaña al fondo.

Este sitio también es una de las principales cuencas mineras de Kivu del Sur. Su riqueza es una de las causas de este conflicto eterno.

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Primer plano de la mano de un minero mostrando piedras de coltán.

El coltán o la casiterita que se extraen aquí son minerales fundamentales para productos de última tecnología como teléfonos móviles, ordenadores o coches eléctricos.

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Dos trabajadores de la mina de coltán limpiando la tierra extraída para separar el mineral.

Se extraen y separan manualmente antes de enviarse al mercado internacional donde se venden cinco veces más caros que en origen. El Gobierno dice que la producción de estas minas está controlada pero hay mucho contrabando a través de Ruanda.

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Plano cenital de un trabajador de la mina de cotán enseñando unas piedras de mineral recogidas de las bandejas de separación.

Es un gran negocio mundial pero los beneficios no llegan a la población local.

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Un gran río de barro sirve como calle de separación a unas hileras de casas en Numbi.

Los mineros artesanales de Numbi tienen unas condiciones de vida muy difíciles. Las calles no son más que barro.

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Asefili, una trabajadora del coltán, mira a cámara con su hijo en brazos en medio del campo.

El mineral lo extraen personas como Asefili, que llegó a Numbi para huir de la pobreza. Una jornada de 12 horas en la mina simplemente supone la comida de ese día.

Asefili, una trabajadora del coltán, mira a cámara con su hijo en brazos en medio del campo.
Asefili, minera
"El trabajo es muy duro, pasamos todo el día con la pala, y luego lo entregamos a los comerciantes. Cada día nos pagan una cantidad distinta. En uno bueno, logro poco más de un euro a veces no llegamos a 50 céntimos. Vivimos en condiciones muy duras”.
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Un hombre y una mujer trabajan la tierra con unos azadones.

Los que se dedican a la agricultura tienen que alquilar los terrenos y pagar con buena parte de la cosecha. Al final, pueden llevarse a casa un poco más de lo justo para sobrevivir.

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Un mar de barro circunda algunas de las casas más alejadas de Numbi.

Las familias más pobres de Numbi viven en los barrios cercanos al río. Durante la temporada de lluvias, las calles se llenan de barro y facilitan la propagación de epidemias.

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Sifa, una de las habitantes de Numbi, delante de su casa.

Una de las habitantes del barrio nos abre la puerta de su casa.

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Sifa rememorando su historia dentro de su casa en Numbi.

Sifa es desplazada. Llegó hace seis meses desde Ziralo para escapar de los constantes enfrentamientos entre dos grupos armados: Nyatura y Raiya Mutomboki.

Sifa rememorando su historia dentro de su casa en Numbi.
El éxodo de Sifa

"Todos estábamos aterrados por los combates y mi marido murió hace tiempo. Los grupos armados nos acosan y roban. Trabajar en el campo se hizo muy peligroso. Nuestra vida corría peligro cada vez que intentábamos trabajar para comer".

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Un niño pequeño en la puerta de su casa en Numbi.

En Numbi hay cientos de familias desplazadas que llegaron buscando una vida mejor.

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Un primer plano de una cacerola sobre una pequeña lumbre, donde se cocina la mandioca.

Cuando entramos en su hogar, están preparando su única comida del día. Hoy solo tienen hojas de mandioca.

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Loabauma con su hija pequeña en brazos, junto a una anciana con el rostro tapado, posan sentadas sobre el jergón de su vivienda.

Loabauma y su familia huyeron de Ziralo hace 10 años por la violencia. Hoy, comparten su casa y la poca comida que tienen con los recién llegados.

Loabauma con su hija pequeña en brazos, junto a una anciana con el rostro tapado, posan sentadas sobre el jergón de su vivienda.
Loabauma: acoger después de huir
"Son personas que tienen problemas y que necesitan ayuda. No podemos rechazarlos. La comida no es mucha y es duro repartirla, pero es justo. Yo no me olvido de lo que es huir por la guerra".
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Imagen de Numbi lloviendo, vista desde lo alto de su calle principal. Varias figuras caminan por la brillante y mojada pista de tierra.

La ciudad de Numbi se vacía en cuanto llueve. Es muy difícil moverse por las calles en temporada de lluvias.

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Varias personas esperan en la parte exterior del hospital de Numbi, bajo un porche.

En Numbi está el único hospital de la zona, construido y apoyado por Médicos Sin Fronteras (MSF). Los cuidados son gratuitos para menores, embarazos, partos y urgencias.

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Interior del hospital de Numbi. Es la sala de pediatría con dos hileras de camas a cada lado, donde reposan varios niños y sus familiares.

Entramos en la unidad de Pediatría donde se tratan casos de los niños malnutridos que caminan durante horas para llegar hasta Numbi.

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Primerísimo plano de Daniel que sonríe ampliamente a la cámara. Es uno de los pacientes del hospital.

La sonrisa de Daniel nos saluda. Es un niño de 6 años y lleva ingresado una semana.

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Daniel nos enseña su brazo donde luce un algodón con esparadrapo, en el lugar donde le han inyectado.

Llegó a Numbi con malnutrición severa y crónica después de caminar durante dos días desde Shanje. Tras el tratamiento de choque, ya está mucho mejor.

Daniel nos enseña su brazo donde luce un algodón con esparadrapo, en el lugar donde le han inyectado.
Janèlle, madre de Daniel
"Daniel no mejoraba, poco a poco se iba a quedando más débil, delgado. No paraba de tener diarrea, vomitaba constantemente, tosía mucho. Y nos dijeron que teníamos que venir aquí donde han dicho que tiene malnutrición crónica".
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Unos lugareños llevan una camilla a hombros camino del hospital por las calles de Numbi.

Por la calle principal llega un caso urgente. En esa camilla va Tuisenge, una joven de 15 años transportada por sus vecinos. Su familia no pudo pagar el transporte en moto.

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Tuisenge, una chica congoleña, recién llegada al hospital de Numbi espera sentada en la cama, con la mirada perdida.

Tuisenge tiene malaria cerebral. Su madre está muy preocupada porque nunca se ha enfrentado a esta enfermedad.

Tuisenge, una chica congoleña, recién llegada al hospital de Numbi espera sentada en la cama, con la mirada perdida.
La madre de Tuisenge
"Mi hija de repente tuvo mucha fiebre. Fuimos al centro de salud y nos mandaron al hospital porque tenía malaria. Reaccionamos tarde porque es la primera vez que alguien de mi familia enferma de malaria"
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NUMBI
Paisaje de verdes colinas con jirones de niebla y un cielo cubierto.

La malaria cada vez es más habitual en zonas altas como Numbi por culpa del cambio climático. Pero en otras zonas del país, como Lulingu, es una tragedia contra la que hay que luchar cada día.

Lulingu
Paisaje de la zona de Lulingu, a vista de pájaro. Un río cruza la imagen rodeado de selva y unas pequeñas nubes sobrevuelan el paisaje.

LULINGU
Sobrevolamos la selva hacia Lulingu. El ala de la avioneta se ve en primer plano.

No salimos de Kivu del Sur, pero tenemos que subirnos a un avión para llegar a Lulingu. Es la única forma de hacerlo ya que la carretera está destruida.

LULINGU
Un poblado se adivina rodeado por la espesa selva. El humo de los hogares de Lulingu delata su presencia.

Lulingu es un pueblo dominado por la selva. Aquí, la malaria es una amenaza diaria para la población.

LULINGU
Tres miembros de MSF avanzan por las calles de Lulingu, con Severin Ndo situado a la derecha del grupo.

Encontramos el equipo de MSF liderado por Severin Ndo dedicado a la investigación para luchar contra esta enfermedad, la más letal en la República Democrática del Congo.

Tres miembros de MSF avanzan por las calles de Lulingu, con Severin Ndo situado a la derecha del grupo.
Severin N'Do, entomólogo de MSF
"Yo no diría que estamos perdiendo la batalla, es una cuestión de adaptación. El mosquito ha desarrollado capacidad para resistir a los insecticidas y tenemos que investigar para poner en marcha una nueva estrategia para combatirlos"
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LULINGU
Severin Ndo mira por el hueco de una mosquitera la evolución de los mosquitos de la malaria.

Analizan el comportamiento del mosquito anopheles, el vector del parásito que provoca la malaria. Buscan sus puntos débiles para frenar la propagación de la enfermedad.

LULINGU
Interior de la zona de cultivo de mosquitos, dentro de una mosquitera.

Los investigadores intentan comprender cómo evoluciona el mosquito en esta zona porque aquí, la malaria mata más que la violencia.

LULINGU
El hospital de Lulingu se distingue sobre una pequeña colina, en medio de la selva.

El tiempo de reacción para tratar la malaria es clave y llegar al hospital de Lulingu es difícil, caro y peligroso. Muchas familias apuran la visita al médico por falta de recursos.

LULINGU
Séraphine, junto a su madre y hermana, permanece sentado en una de las camas del hospital de Lulingu.

Séraphine llegó con un caso de malaria grave. Vive a 30 kilómetros de aquí y la enfermedad ha afectado a su cerebro. Estuvo dos semanas en coma y ahora su madre teme por su futuro.

Séraphine, junto a su madre y hermana, permanece sentado en una de las camas del hospital de Lulingu.
Moamine, madre de Séraphine
"Estaremos hasta que haga falta para que se cure, es lo primero. Ahora me preocupa su futuro. Antes era la mejor de su clase en el colegio y ahora no sé qué va a pasar si no se recupera. Necesito que se cure"
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LULINGU
Dos personas avanzan por un pequeño sendero en medio de la selva, rodeados completamente de vegetación.

El entorno de Lulingu lo hace todo más difícil. No hay carreteras y la violencia marca el día a día de la gente. Cada vez que hay un ataque la población huye a la selva.

LULINGU
Plano medio de perfil de Anaclet, en medio de una zona selvática.

Anaclet nació en Lulingu. Ha visto cómo ha cambiado la zona en los últimos años y hoy es el responsable de seguridad de MSF.

Plano medio de perfil de Anaclet, en medio de una zona selvática.
Anaclet, encargado de seguridad de MSF

"La gente está acostumbrada a la violencia desde el principio de la guerra, en 1996. Fue entonces cuando surgieron varios grupos armados que todavía han incursiones. Y tenemos que reevaluar la situación, porque nos quedamos bloqueados y no podemos movernos a través de los ejes porque hay unos incidentes u otros".

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LULINGU
Primerísimo plano de la libreta de Anaclet, donde ha trazado un rudimentario plano para explicar la situación de Lulingu respecto de zonas próximas de conflicto.

En un lugar con accesos tan difíciles, las operaciones armadas impiden el abastecimiento de medicamentos para los centros de salud y bloquean el traslado de pacientes que necesitan atención médica urgente.

LULINGU
Atardecer sobre la población de Lulingu. El sol se pone tras los montes cercanos mientras se encienden algunas farolas entre casas y tiendas de campaña.

Anaclet tenía razón. Al anochecer, se produce un enfrentamiento entre el Ejército y el grupo Raiya Mutomboki en plena ciudad.

LULINGU
Un joven yace en una cama del hospital de Lulingu, bajo la supervisión de un médico. Luce un vendaje en una de sus piernas.

Un joven de 18 años acaba de llegar al hospital de Lulingu con una bala dentro de la pierna.

Un joven yace en una cama del hospital de Lulingu, bajo la supervisión de un médico. Luce un vendaje en una de sus piernas.
Rodeados de violencia
"De madrugada, los militares llegaron a casa. Perseguían a los rebeldes, nos rodearon y empezaron a disparar. Yo estaba dormido y de repente me desperté con un gran dolor en la pierna. La bala todavía está dentro"
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LULINGU
Una cooperante de MSF atiende a un bebé que permanece en una cuna, ante la atenta mirada de su madre.

La violencia provoca aislamiento y te condena si caes enfermo. Hay pacientes que no se pueden curar aquí y son evacuados en avión a Bukavu, la capital de la provincia.

Una cooperante de MSF atiende a un bebé que permanece en una cuna, ante la atenta mirada de su madre.
Paloma Ezquerra, enfermera de MSF

"En el caso de los niños que hemos evacuado es porque, aunque tengamos un quirófano, tenemos cuatro médicos en todo el hospital para tratar todas estas patologías. No son especialistas y, entonces en algunos casos, nosotros podemos solicitar a los compañeros que trabajan en Bukavu que reciban ciertos casos que tenemos en el hospital para que puedan tener una mayor calidad de atención en la capital".

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LULINGU
Una mujer con una camiseta naranja espera sentada en la cama del hospital de Lulingu con su hijo en brazos.

Faida espera con su hija Adolphine que tiene el vientre muy hinchado por una masa en el hígado. Se marchan hoy a Bukavu para intentar salvar su vida.

Una mujer con una camiseta naranja espera sentada en la cama del hospital de Lulingu con su hijo en brazos.
Faida, madre de Adolphine
"Empezaron a crecer pequeños bultos, que hincharon todo el vientre. Tardamos varios días en llegar aquí desde nuestro pueblo. Ya llevamos un mes aquí y no conseguimos que mejore. Ojalá que en Bukavu puedan ayudarnos".
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LULINGU
Paisaje selvático a través de la ventanilla de una avioneta. Al fondo se aprecia una formación montañosa.

El avión de MSF es el único transporte que hay para trasladar pacientes desde Lulingu hasta Bukavu.

Bukavu
Vista aérea de la población de Bukavy a orillas del lago Kivu.

BUKAVU
Vista de la bulliciosa vida en las calles de Bukavu desde el interior de un vehíuclo de MSF.

Bukavu es una ciudad de 900.000 habitantes, la capital de la provincia de Kivu del Sur. Muchos tienen que llegar hasta aquí para recibir cuidados médicos un poco más avanzados.

BUKAVU
La entrada del hospital de Panzi, tras un alambrado de espinos, desde la embarrada calle de las afueras de Bukavu.

Apartado del ruido de la ciudad se encuentra el hospital de Panzi. Aquí llegan, cada día, mujeres víctimas de atroces violaciones. Personas que conviven con la violencia a diario.

BUKAVU
Una larga hilera de camas con pacientes del hospital Panzi y en primer término una vacía, recién desocupada.

Desde hace 19 años, Panzi ofrece refugio y tratamiento gratuito para las víctimas de la violencia sexual que se ha convertido en una forma de vida en esta zona del país.

BUKAVU
Una mujer se tapa la cara con las sábanas de su cama en el hospital.

Desde toda la provincia, llegan mujeres muy traumatizadas. A la violación, se suma el estigma y el rechazo de sus propias familias y vecinos.

BUKAVU
Plano medio de Esther, delante de una ventana del hospital, mientras habla a la cámara.

Esther es asistente social y siempre está a su lado durante el complicado proceso de recuperación.

Plano medio de Esther, delante de una ventana del hospital, mientras habla a la cámara.
Esther, asistente social

"Yo digo que son mis 'queridas mamás' para que sientan que tienen a alguien a su lado. A causa de sus violaciones, cuando llegan [al hospital] se alejan porque creen que no pueden estar con nadie. Son mujeres que han vivido graves atrocidades".

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BUKAVU
Esther consuela a una mujer que llora, Mapanzi, que fue violada en su propia casa

Una de sus pacientes es Mapanzi. Fue brutalmente violada en su casa por hombres armados que, además, mataron a casi toda su familia ante sus ojos.

Esther consuela a una mujer que llora, Mapanzi, que fue violada en su propia casa
Mapanzi, víctima de violencia sexual
"Me violaron delante del único hijo al que dejaron con vida para que lo viera todo. Después, cogieron un cuchillo y me apuñalaron en el abdomen, el tórax y la pierna. Estas son las cicatrices".
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BUKAVU
Primer plano de las manos de una de las pacientes de Panzi, bordando una tela. Detrás se adivinan otras mujeres haciendo la misma tarea.

Además de curar sus heridas físicas y mentales, en Panzi buscan que las mujeres víctimas de violencia sexual puedan volver rápido a la comunidad. Es muy importante para que puedan pasar página.

BUKAVU
Imagen de la puerta de las oficinas del hospital de Panzi, con una imagen del doctor Mukwege, en una noticia referente al premio Sakharov 2014.

Dirige el hospital el Dr. Denis Mukwege que ha convertido a Panzi en una referencia mundial. Su trabajo da esperanza y es una de las buenas noticias de la República Democrática del Congo. Acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz.

Imagen de la puerta de las oficinas del hospital de Panzi, con una imagen del doctor Mukwege, en una noticia referente al premio Sakharov 2014.
Denis Mukwege, hospital de Panzi
"No podemos curar completamente, pero sí intentar que una mujer tenga una vida más o menos normal después de ser violada. Intentamos ayudar a la mujer a que recupere su lugar y su papel para liderar la sociedad".
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BUKAVU
Tablón de anuncios en el centro de conservación de Lwiro, mostrando un primer plano de cuatro chimpancés recogidos en el centro: Loia, Rambo, Itebero y Butembo.

Pero esta guerra no solo afecta a las personas. A una hora de Bukavu está el centro de conservacion de primates de Lwiro, donde cuidan a los animales que sufren el conflicto.

BUKAVU
Un chimpancé detrás de una valla, descansa sentado en la hierba en actitud pasiva.

La mayoría de los chimpancés se recuperan de importantes traumas después de vivir encerrados durante años. Hoy, forman parte de una comunidad.

BUKAVU
Un empleado de Lwiro, de espaldas, lleva en brazos a dos chimpancés del centro.

A Lwiro llegan bebés chimpancés huérfanos por la caza furtiva para alimentación o para el tráfico de especies. Los pequeños siempre están acompañados.

BUKAVU
Jean de Dieu, empleado de Lwiro, da unos frutos a un grupo de chimpancés a través de una alambrada.

La conservación de los primates y su entorno supone una gran oportunidad para congoleños como Jean de Dieu, un cuidador que tiene claro lo importante que es la fauna para el país.

Jean de Dieu, empleado de Lwiro, da unos frutos a un grupo de chimpancés a través de una alambrada.
Jean de Dieu, cuidador de Lwiro
"Nuestros animales llegan aquí en malas condiciones, empezamos a cuidarlos y empiezan a crecer. Vemos que nuestro trabajo de conservación funciona, y espero que cuando acabe la caza furtiva... podamos reintroducirlos en la selva".
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BUKAVU
Una multitud de personas esperan su turno para llenar garrafas con agua potable en una fuente pública.

Aunque no se hable mucho de lo que ocurre en este gigantesco país, hay 13 millones de personas que necesitan ayuda para sobrevivir en condiciones muy precarias y que sufren epidemias periódicas.

BUKAVU
Atarceder en Bukavu, desde el lago Kivu.

Hoy, en la República Democrática del Congo, hay 5 millones de personas que han huído de sus hogares para evitar la violencia y la pobreza. Desplazados internos y refugiados en otros países que no se resignan ante un destino incierto.

La guerra sin fin

Producción: Santiago Barnuevo / Marta Soszynska

Fotografía: Marta Soszynska

Producción Sonido: Santiago Barnuevo

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