Elecciones
Serbia, un país herido en la encrucijada
TVE analiza la historia de Kosovo, salpicada de conflictos hasta su independencia.
1999: limpieza étnica en KosovoEntrevista al ministro de Exteriores serbioUn niño suizo de origen serbio se manifesta en Berna contra la independencia de Kosovo.REUTERS
El presidente serbio Boris Tadic posa con Javier Solana, jefe de la diplomacia europea, tras la firma del Acuerdo de Estabilización y Asociación con la UE.SEBASTIEN PIRLET / REUTERS
Un grupo de jóvenes serbios lanza objetos contra los vehículos de la OTAN.MARKO DJURICA / REUTERS
Serbia acude a las urnas con la herida de Kósovo todavía abierta. El pasado 17 de febrero, la hasta entonces provincia serbia declaró la independencia de forma unilateral. De nada sirvieron las protestas diplomáticas ni las manifestaciones en la calle: Occidente reconoció al nuevo Estado en cuestión de horas.
La crisis precipitó la dimisión del primer ministro, el nacionalista conservador Vojislav Kustunica, y la convocatoria de elecciones anticipadas. Tres meses después, los serbios intentan mirar al futuro mientras se debaten entre el aislacionismo o el acercamiento a la Unión Europea.
Un pasado sangriento
La historia de los Balcanes está salpicada de guerras y odios enquistados que se remontan a principios del siglo XX. Después de la Segunda Guerra Mundial, que costó la vida a dos millones de yugoslavos, el mariscal Tito logró imponer la paz con una República Popular Federal integrada por otras seis repúblicas (Eslovenia, Croacia, Serbia, Bosnia-Herzegovina y Montenegro) y dos provincias autónomas (Voivodina y Kosovo).
La muerte de Tito, en abril de 1980, trajo consigo las primeras fricciones entre esta amalgama de pueblos y religiones, que se hicieron insostenibles con la desintegración de la Unión Soviética. En 1991 declararon su independencia Croacia y Eslovenia. Fue el comienzo de una sangrienta guerra civil que dejaría más de 300.000 muertos. La matanza de Sbrenica (Bosnia-Herzegovina, 1995), en la que fueron asesinados más de 8.000 musulmanes a manos de soldados serbobosnios, es uno de los episodios más crueles.
Pero la firma de los acuerdos de Dayton, en 1995, no trajo la paz a la región. En la provincia serbia de Kosovo, de mayoría albanesa, estalló un nuevo conflicto. Durante tres años, el ejército serbio y el Ejército de Liberación de Kosovo se enfrentan en una guerra desigual.
En marzo de 1999, la limpieza étnica prácticada por los serbios empuja a la OTAN a intervenir: tras 79 días de bombardeos, el líder serbio Solodoban Milosevic claudica. Kosovo queda, sobre el papel, bajo soberanía serbia, pero en la práctica se convierte en un territorio independiente controlado por la ONU.
Kosovo: la herida que no cesa
El pasado 17 de febrero la desintegración de la antigua Yugoslavia vivió su último capítulo: Kosovo declaró su independencia de forma unilateral después de meses de especulaciones. El Gobierno de Belgrado rechazó de plano la secesión y prometió luchar contra lo que considera un "estado falso" con todos los medios políticos y diplomáticos a su alcance . En la calle, miles de serbios se manifestaron contra la independencia de un territorio que consideran la "cuna" de su civilización.
Pero, en apenas unas horas, Estados Unidos y las principales potencias europeas reconocieron el nuevo Estado. España se desmarcó del resto alegando que la independencia era "ilegal". Al final, la UE optó por el camino de en medio: los Veintisiente acordaron que el de Kosovo es un "caso especial" que no sienta precedentes.
Pese a todo, Serbia no tira la toalla: en declaraciones a Televisión Española, el ministro de Exteriores, Vuk Jeremic, ha anunciado que su país acudirá en septiembre al Tribunal Internacional de Justicia para reivindicar la soberanía de Kosovo.
Futuro: Europa o el aislamiento
Tres meses después de que estallara la crisis de Kosovo, Serbia se encuentra en la encrucijada. Este domingo acude a las urnas para elegir no sólo al primer ministro, sino para decidir entre dos modelos de política exterior enfrentados: los europeístas, liderados por el presidente Boris Tadic, y los partidarios acercarse a Rusia, espoleados por el ultranacionalista Tomislav Nikolic.
Los sondeos pronostican un empate técnico. Con el propósito de inclinar la balanza, Bruselas no para de lanzar guiños al electorado serbio: dieciséis países de la UE, más Noruega, han prometido, por ejemplo, conceder visados gratis a los serbios. La medida llega sólo una semana después de la firma del Acuerdo de Estabilización y Asociación, otra puerta abierta al futuro ingreso de Serbia en la Unión Europea.
Es la primera vez que la Unión Europea interviene, de manera tan directa, en la política interna de un país. De hecho, la que hasta ahora era condición sine qua non para empezar a negociar la adhesión serbia, la entrega de los criminales de guerra Mladic y Karadzic, también se ha suavizado: bastará con que Bruselas considere que el gobierno serbio hace "todo lo que puede" para capturarlos.
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