Desde el escándalo de los espías en el Vaticano, que acabó salpicando a su propio mayordomo, hasta la oleada de denuncias por los abusos a menores en la Iglesia, Benedicto XVI ha tenido que lidiar con uno de los periodos más convulsos de la historia reciente de esta institución de más de 2.000 años.
Joseph Ratzinger sucedió a uno de los papas que más tiempo ha estado al frente de la Iglesia Católica, Juan Pablo II. Su pontificado, que él mismo calificó como de transición, no ha llegado a los 3.000 días.
Tras León XIII y Pío IX, Benedicto XVI era el papa más longevo en ejercicio con 85 años. Precisamente su elevada edad ha sido una de las principales razones de su renuncia, sin precedentes en la Edad Moderna.
Benedicto XVI ha recorrido mucho menos mundo que su antecesor, Juan Pablo II, centrándose sobre todo en Europa, origen de la Iglesia Católica. Así, los países que ha visitado más han sido su natal Alemania y España, donde estuvo hasta en tres ocasiones. En el otro lado, apenas ha estado en Asia y en África, aunque ha realizado dos simbólicos viajes: a Angola y Camerún para hablar del sida y a Tierra Santa y Líbano en pleno conflicto palestino-israelí. En América, destaca su último viaje a la Cuba de Raúl Castro mientras que se quedará sin volver a Brasil, donde está previsto que se celebren las próximas Jornadas Mundiales de la Juventud.
Ratzinger ha tenido un pontificado con un estilo distinto que el de su mentor Woytila: ha primado las publicaciones doctrinales frente a las canonizaciones, que se dispararon durante el mandato de Juan Pablo II. Por contra, ha acelerado los nombramientos de cardenales, hasta el punto de que más de la mitad de los purpurados con derecho a voto para elegir a su sucesor han sido nombrados por él.