El cambio climático es ya una realidad con múltiples efectos, por ejemplo, en los insectos que ayudan a la polinización y por tanto a nuestra alimentación y también a nuestra salud. Su población ha menguado un 70% en los últimos 30 años debido a factores antropogénicos como el cambio de uso del suelo, el urbanismo y el calentamiento global. Entre los más afectados, las abejas. Hay menos y su actividad se ve perjudicada por los efectos del cambio climático. Las lluvias torrenciales destruyen las plantas donde está su alimento y la sequía también les perjudica. Las plantas e insectos están sincronizados y si se rompe ese equilibrio, su vida corre peligro. Las mariposas también son frágiles ante el calentamiento global, sobre todo las que dependen de lugares frescos y húmedos.
El problema, además de la desaparición o emigración de insectos, es que su función en la naturaleza está muy relacionada con nuestra seguridad alimentaria y son, además, el alimento de otras especies de animales y del ser humano. La crisis climática puede acabar con ecosistemas enteros y provocar el desplazamiento masivo de insectos portadores de enfermedades a nuestras latitudes.
Informa Rosa Basteiro.