Durante varias décadas la CIA y los servicios de inteligencia alemanes escucharon las comunicaciones de más de un centenar de países, entre ellos España.
Greg Miller, reportero del Washington Post, se interesó por una empresa suiza, Crypto AG, la mayor proveedora de tecnología para encriptar. Empezó a investigar y se llevó una gran sorpresa. Desde 1970, la CIA y la BND, la inteligencia alemana, era los dueños de la compañía. Fabricaban y vendían dispositivos que en realidad estaban trucados, preparados para decodificar los mensajes, supuestamente secretos, que enviaban los compradores. Es decir, practicamente todos los países del mundo, aliados o no.
Se salvaron dos: la Unión Soviética y China, no compraron máquinas a Crypto AG. Se abstuverion por seguridad, no se fiaban de una empresa ubicada en Occidente ni de la neutraliad de Suiza, que ahora se ha sabido que estaba al tanto de todo.