Nada se sabe del periodista bielorruso Roman Protasevich ni de su novia rusa desde que ayer fueron detenidos en el aeropuerto de Minsk. El avión estuvo retenido ocho horas antes de que le permitieran continuar viaje a Lituania. La policía dice que faltan cinco pasajeros de los que embarcaron en Atenas.
Se cree que podrían ser agentes de Rusia o Bielorrusia que estaban siguiendo al periodista para orquestar su arresto. Opositores bielorrusos temen que la vida del reportero corra peligro en Bielorrusia, donde la pena de muerte está vigente. Otro opositor murió hace pocos días en una prisión en extrañas circunstancias. Cientos de periodistas y disidentes encarcelados en ese país denuncian que las torturas del KGB son habituales. Bielorrusia asegura que cumplió con las leyes internacionales desviando el avión de su ruta y forzándolo a aterrizar en su territorio.
Se basa en la teoría, ya demostrada falsa, de que a bordo podía haber un artefacto explosivo. El Kremlin apenas ha comentado lo ocurrido, pero altos funcionarios de Rusia, que apoya al régimen de Lukashenko, defienden que hizo lo correcto con el avión y tachan la reacción de occidente de desmesurada e hipócrita.