Hoy se cumple una década del asesinato del dictador Muamar el Gadafi a manos de rebeldes surgidos al calor de la primavera árabe. Diez años después, Libia sigue siendo un Estado fallido, inmerso en la guerra y la violencia, donde milicias locales y grupos armados con mercenarios extranjeros se enfrentan por el control del territorio, con un gobierno nacional de unidad transitorio que no controla el país, un gobierno creado a instancias de la ONU y respaldado por buena parte de la comunidad internacional y un Parlamento en Tobruk bajo la tutela del mariscal Halifa Hafter.
Libia se ha convertido también en una cárcel inhumana para miles de migrantes que tratan de llegar a Europa. Ellen van der Velden, responsable de operaciones de Médicos sin Fronteras en el país, denuncia que son sistemática y aleatoriamente detenidos en centros inadecuados para que vivan en ellos seres humanos. "La mayoría de los centros de detencion son hangares para uso industrial, sin luz, sin agua ni instalaciones sanitarias", asegura.
Considera a la Unión Europea corresponsable de esta situación, por la cooperación que presta a los guardacostas libios que interceptan a los migrantes. Una conferencia internacional prevista para mañana intentará acelerar la iniciativa para la estabilización de Libia, impulsar su economía y la convocatoria de elecciones programadas para el 24 de diciembre, a las que tambien se quiere presentar uno de los hijos de Gadafi, Saif el Islam.