Pau Abad es periodista y a la vez cooperante que trabaja con varias ONG en la isla griega de Lesbos. Hablamos con él en el Diario 24 horas fin de semana de RNE Diario 24 horas fin de semana de RNE porque este domingo era el día en el que los campamentos de refugiados de las islas griegas iban a dejar de estar confinados, pero el Gobierno griego ha decidido prorrogar hasta el 31 de agosto ante el aumento de casos positivos de coronavirus en todo el país, pero con un trato totalmente diferentes en esos campamentos a el que reciben los residentes nacionales. Médicos Sin Fronteras reiteradamente está denunciando las condiciones en las que están miles de personas - unas 30 mil - que viven hacinadas y que con esta medida empeoran sus condiciones. MSF ha llegado a cerrar por ejemplo su centro de aislamiento en Moira por las presiones del gobierno. "La situación es desesperante, es frustrante. Todas las personas que llegan a los campamentos de Lesbos llegan con muchos sueños en la cabeza de llegar a Europa, a este u otro país, pero de repente solamente tienen un único sueño que es el de salir del campo de refugiados de Moría, que bueno, es una mezcla de injusticias, de miedos, de condiciones inhumanas a nivel de higiene, a nivel de vivienda y luego toda la situación de criminalidad que se vive también dentro del campo. El miedo que se siente dentro es respirar inseguridad por todas las partes del campo de refugiados, además obviamente de todos los recursos que les faltan a estas personas".
El campo de refugiados de Moría se confinó a mediados de marzo. Había controles estrictos en las carreteras de acceso y los refugiados solo podían salir, por ejemplo, si tenían una cita con el hospital "pero no podían acceder a los supermercados como si podían acceder los residentes griegos de lesbos, tampoco podían ir a un cajero automático a retirar dinero, porque ellos reciben como 90 euros al mes por persona para poder vivir". Tal fue el problema que se instaló, aunque con retraso un cajero automático en el propio campo, para que pudieran adquirir lo esencial para su mantenimiento. Y luego el otro miedo "que cualquier caso positivos que se registrase en el campo pues podía ser una bomba de relojería".