La nueva variante sudafricana de COVID-19, denominada Ómicron, ha hecho saltar de nuevo las alertas sanitarias y las económicas. Hay que esperar para confirmar si, como se sospecha, tiene un poder de infección más alto que las anteriores variantes y hasta qué punto puede esquivar la inmunidad natural de los seres humanos y sobre todo, la que proporcionan las vacunas.
Los gobiernos de todo el mundo han tomado la medida de restringir la entrada para los viajeros procedentes de siete países del sur de África, que incluyen suspensiones de vuelos y exigencia de pruebas negativas y cuarentenas para los ciudadanos con derecho a entrar, mientras vigilan los posibles nuevos casos. Alemania y la República Checa estudian dos que, de confirmarse, se sumaría a la detectado ayer en Bélgica una mujer no vacunada que llegó desde Egipto. Además, Holanda analiza a 61 personas llegadas ayer en los vuelos procedentes de Sudáfrica, puestas en cuarentena tras dar positivo por COVID-19 en Alemania. En la República Checa se estudia el positivo de una mujer vacunada que estuvo en Namibia y que viajó a Sudáfrica y Dubái. Sospechas que indican que la variante Ómicron, detectada también en Hong Kong e Israel, puede haber llegado a Europa antes de que entren en vigor las restricciones. Estas no incluyen a Egipto, desde donde viajó a Bélgica con escala en Turquía. Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón, Brasil y varios países del Golfo y de Asia se han unido a las restricciones.
El Gobierno sudafricano ha respondido con una queja. Les penalizan, dicen, por su vigilancia para detectar una nueva variante que podría ser más contagiosa y capaz de burlar los anticuerpos naturales y los provocados por las vacunas, aunque algunos virólogos piensan que podrían adaptarse rápidamente.
También la OMS alerta del peligro económico de cerrar las comunicaciones para los países del sur del continente africano
Informan César Díaz y Luis de Benito