Un fenómeno que tuvo mucho de fe, pero también de superstición, sectarismo, picaresca y esperpento. En 1968 cuatro niñas dicen haber visto “algo” en la finca La Alcaparrosa, cerca del pueblo El Palmar de Troya, en Sevilla. Sus declaraciones no coincidían y se llegó al consenso de que se les había aparecido la Virgen. A esa finca comenzaron a llegar curiosos y videntes que experimentaban apariciones. La cara más visible de aquella iglesia es el contable Clemente Domínguez, creó la secta de El Palmar de Troya. Tras la muerte de Pablo VI, se autoproclamó papa con el nombre de Gregorio XVII, excomulgó al papa de Roma, Juan Pablo II, y convirtió en santos a Franco, Don Pelayo o Cristóbal Colón. Hoy, la iglesia palmaria sigue existiendo, aunque es la sombra de lo que fue.
Por Luis Zaragoza.