El primer crimen xenófobo del que se tiene constancia en España lo sufrió Lucrecia Pérez. La mataron no por quién era sino por lo que era. Era 1992, España se había modernizado y dejó de emigrar para recibir inmigrantes. El crimen mostró un movimiento de odio cada vez más visible y, también, el rechazo a la intolerancia. El 13 de noviembre, sobre las 9 de la noche, cuatro personas de origen dominicano se disponían a cenar compartían habitación en una antigua discoteca abandonada en Aravaca, Madrid, junto a otras 30 personas. Otros cuatro hombres, el Guardia Civil Luis Merino, el único de edad, iban a esa hora en un coche dispuestos a “dar una lección a los negros”, como habían dicho horas antes a sus amigos neonazis. Entraron en la discoteca y Merino empuñó su pistola reglamentaria y disparó al azar.
Por Luis Zaragoza.