Los microchips se han convertido en piezas imprescindibles de nuestras vidas y su falta podría comprometer la cadena de producción de muchos productos. La primera ola del COVID paralizó muchos sectores industriales. Las restricciones de movilidad también complicaron la cadena de distribución y suministro al haber pocos proveedores. A su vez, se produjo un auge del teletrabajo y de la demanda de los productos electrónicos y la electrónica de consumo.
Ignacio Mártil, catedrático de Electrónica de la Universidad Complutense de Madrid, y Noemí Navas, directora de Comunicación de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC) han explicado que existe una alta dependencia de tres países fabricantes de microchips de altas prestaciones: Taiwán, Corea del Sur y Estados Unidos. "Fabricar circuitos integrados es muy caro y no todos están capacitados para hacerlo", ha sostenido el catedrático. Mientras, la Comisión Europea ha planteado que la Unión Europea represente una quinta parte de la producción mundial de semiconductores o microchips. Pero, ante la escasez, entra en juego la geopolítica. "Hasta que se equipare la oferta y la demanda pasará tiempo", ha lamentado Navas y ha añadido que es un problema que afecta “a todo el mundo, incluidas España y Europa”.
¿Hay que ponerle techo al modo de vida que llevamos? ¿Es tan complicado producir microchips? ¿Qué materiales son necesarios? ¿Por qué hay tan pocos países productores? ¿Hay alternativas a estos microchips? En 24 horas de RNE.