La Movida madrileña pasó por delante del local de Santiago San José Pardo sin detenerse. Exlegionario, fortachón y bigotudo, su madre había conseguido que un subcomisario de Policía le alquilara a él y a su hermano un antiguo prostíbulo que pusieron a funcionar como bar. Santiago era un tipo hosco aficionado a la bebida.
La noche del 22 de diciembre de 1987, se encaminó a la calle Cruz y ofreció 5.000 pesetas y el taxi a una prostituta para que se fuera con él al Mesón del Lobo Feroz. Cuando Araceli se había desnudado de cintura para abajo, San José Pardo apareció con un cuchillo jamonero e intentó clavárselo con decisión, pero ella interpuso su mano, se libró de la puñalada mortal y acertó a golpear a su agresor. El hombre se repuso y le dio otra cuchillada antes de comenzar a estrangularla. El ruido había alertado a una vecina que llamó a la Policía.
El juez de guardia decretó el ingreso en prisión provisional del agresor, que terminó saliendo en libertad al poco tiempo. Hasta que se hicieron obras en el Mesón del Lobo en 1987 nadie sospechaba que en una pared del sótano del mesón había restos de dos mujeres momificadas. María Luiz Varela Alonso tenía 22 años, dos hijos y se ganaba la vida prostituyéndose en la calle Cruz. Hasta el 22 de agosto de 1987. Ese día reclamó sus servicios Santiago San José. Seis días después, su madre puso una denuncia por desaparición. El forense determinó que a ella pertenecían uno de los dos restos encontrados en la pared del Mesón del Lobo Feroz, el otro, todavía se desconoce.
Un repaso por la crónica negra española, desde el 24 horas de RNE, con Pedro Águeda.