Una de las lecciones aprendidas de la guerra de Ucrania es que el campo de batalla terrestre y naval está saturado de toda clase de sensores y cada vez es más difícil “esconderse”. Aunque como asegura José Manuel Sanjurjo, vicealmirante retirado y miembro de la Real Academia de Ingeniería, tampoco hay que dar facilidades.
El camuflaje significa aplicar color y materiales a equipos militares de todo tipo, desde los trajes de combate a las aeronaves, para ocultarlos de la observación o para confundirlos con el entorno. Su empleo masivo tuvo lugar durante la Primera Guerra Mundial, primero en las trincheras y luego en aviones y barcos.
Uno de los métodos de camuflaje consiste en reducir al mínimo la imagen de barcos y aviones en los radares enemigos. El agua es un medio excelente para la propagación del sonido y los esfuerzos se centran en disminuir la firma sónica de barcos y submarinos. El calor del cuerpo de los soldados puede ser detectado mediante dispositivos de infrarrojos como las cámaras de visión nocturna. Muchos textiles de camuflaje ya abordan este problema. Más complicado resulta disimular el calor que desprenden los motores de barcos y aviones, y que sirve de blanco para los misiles enemigos. Y como destaca Sanjurjo, a pesar de estos sistemas tan sofisticados, en ocasiones la mejor forma de pasar desapercibido es recurriendo a métodos tradicionales como el silencio radio.
A hombros de gigantes
Camuflaje, el arte del engaño
28/09/2022
05:11