La muerte es una característica inherente de la vida. En las últimas décadas, hemos logrado aumentar de forma considerable la calidad y esperanza media de vida, hasta situarla en los 83 años en nuestro país. Algunas personas son centenarias pero hay un límite máximo de nuestra existencia, en torno a los 120 años. Manuel Doblaré, investigador del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón y miembro de la Real Academia de Ingeniería, asegura que romper ese techo de cristal, extender la vida en condiciones saludables, es el objetivo de muchos institutos de investigación distribuidos por todo el mundo.
Mitos como el de Fausto u obras literarias como el Retrato de Dorian Gray, han reflejado el interés del ser humano por vivir más y mejor. Pero lejos de pactos con el diablo o de fórmulas mágicas que no existen, las posibles soluciones vendrán de la mano de la ciencia.
Los esfuerzos en prevención y tratamiento de enfermedades y en las condiciones higiénico-sanitarias de nuestro entorno han permitido que lleguemos a edades más avanzadas con mejor estado de salud. Pero los esfuerzos también se centran en diagnóstico y terapias de enfermedades hereditarias, reposición y regeneración de tejidos y órganos, medicina personalizada, administración controlada de fármacos y reprogramación celular para revertir la senescencia de las células del organismo.