La ciencia se distingue de otros saberes por la necesidad de publicar los descubrimientos en revistas científicas. Para su publicación, los artículos tienen que ser sometidos a un proceso no remunerado de revisión por 'pares'. Este sistema de difusión del conocimiento ha adquirido un lugar preponderante en el sistema actual de I+D porque permite medir y comparar el trabajo académico. El factor de impacto y el Índice H (que mide la influencia de un investigador según el número de citas a sus artículos) se han convertido en un segundo currículum para muchos investigadores porque determina la posibilidad de conseguir financiación, becas y progresión en la carrera.
Para las universidades y centros de investigación tampoco es fácil escapar a esta presión, ya que sus posiciones en los rankings internacionales pasan en buena parte por la cantidad de publicaciones en revistas de alto impacto. Es lo que ha dado lugar al célebre “Publicar o perecer”. En la actualidad se publican más de dos millones de artículos científicos al año, de los cuales más de la mitad en algunas áreas de conocimiento nunca son citados. Las revistas cobran a los investigadores por publicar y también por la venta y suscripciones. Y de este sistema de publicaciones y de medida de la ciencia hemos hablado con Álvaro Martínez del Pozo, catedrático de Bioquímica de la Universidad Complutense; Bernardo Herradón, investigador del CSIC, y Carlos Elías, catedrático de Periodismo de la Universidad Carlos III.
José Antonio López Guerrero nos ha informado de un trabajo publicado en Science, que ha logrado fotografiar las mutaciones que se producen en poblaciones microbianas. El dolor y la enfermedad han acompañado al ser humano desde el origen de los tiempos y, desde entonces, se han buscado fórmulas y remedios. Los médicos mesopotámicos tuvieron amplios conocimientos médicos, como atestiguan las tablillas de arcillas encontradas en el Irak actual, y como nos ha contado el doctor Pedro Gargantilla. Jesús Martínez Frías, investigador del IGEO, nos ha informado de la exposición Los tesoros de la Tierra, de la que ha sido comisario y se puede visitar en la nueva sala de Cristalografía y Minería del Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha en Cuenca.
En el programa anterior vimos como el médico, anatomista y antropólogo francés Paul Broca fue el primero en identificar una región del cerebro con una función, concretamente con la relacionada con el habla. Fue, además, un seguidor de la frenología (muy en boga en su época) y tuvo una especial preocupación por la salud y educación públicas, como nos ha contado Nuria Martínez Medina. Eulalia Pérez Sedeño ha trazado la biografía de Mary Elizabeth Horner, esposa del eminente geólogo Charles Lyell. Como muchas mujeres de su época, no alcanzó reconocimiento de forma individual, pero los historiadores de la ciencia consideran que es probable que contribuyera en gran medida al trabajo de su esposo y que la notoriedad de éste eclipsara su propia imagen. En nuestra revista de prensa, Ernesto Lozano, editor jefe de Investigación y Ciencia, nos ha avanzado los contenidos de abril.