La agricultura moderna se basa en un número cada vez menor de cultivos y animales. El 60 por ciento de la población mundial se alimenta básicamente de tres especies vegetales: trigo, maíz y arroz. Pero como explica Elías Fereres, ingeniero agrónomo y miembro de la Real Academia de Ingeniería, detrás de cada especie hay colecciones de decenas de miles de variedades en los bancos de germoplasma de institutos de investigación de todo el mundo.
En esas colecciones se pueden encontrar resistencias a todas las plagas y enfermedades conocidas y otros tipos de genes que, gracias a las nuevas tecnologías, se van incorporando a las variedades para hacerlas más productivas, más resistentes y de mejor calidad.
Esa enorme variedad genética es lo que se conoce como biodiversidad y en el caso concreto de la agricultura recibe el nombre de agrobiodiversidad, entendida como la diversidad de seres vivos que da soporte a los sistemas agrícolas.
La preocupación por la agrobiodiversidad se remonta a la década de 1980 como respuesta a la extensión de monocultivos en la revolución verde. Y de ella depende una agricultura más sostenible y una alimentación más sana y variada.