En los últimos meses hemos visto como la escasez de chips ha puesto en jaque a la industria tecnológica mundial, con fábricas paradas, precios al alza y retrasos en el lanzamiento de nuevos productos. La situación está provocada por el aumento vertiginoso de la demanda de semiconductores que se emplean en su fabricación. El problema es que los microprocesadores son imprescindibles en numerosos sectores, desde la fabricación de coches y aviones a teléfonos, televisores, equipamiento hospitalario y supercomputadores y Europa es absolutamente dependiente de esta tecnología. Advanced RISC Machines (ARM), fundada en 1990, era la única empresa europea que fabricaba Chips. Según Mateo Valero, director del Barcelona Supercomputing Center (BSC) y miembro de la Real Academia de Ingeniería, se diseñaron procesadores ARM y el software necesario para su implementación en supercomputación. Pero la compañia fue vendida a la japonesa SoftBank y ahora es este país el que tiene el sueprcomputador más potehnte del mundo, empleando esos chips.
Mateo Valero defiende que Europa debe fabricar sus propios procesadores basados en hardware abierto para que sea soberana en este campo, que nuestras empresas sean competitivas, y que las aplicaciones se ajusten a los principios éticos europeos.