Se cumplen veinte años del genocidio de Ruanda, uno de los episodios más infames de la Historia de la Humanidad. Los actos en recuerdo de esta tragedia han comenzado a primeras horas de esta mañana, en la capital ruandesa, Kigali, donde el presidente del país, Paul Kagame, ha prendido la Llama del Duelo Nacional, que durante los próximos cien días arderá en memoria de las más de 800.000 víctimas, tutsis en su mayoría, pero también decenas de miles de hutus moderados, que se opusieron al exterminio.
Al acto han asistido numerosos representantes de casi todos los países del mundo, excepto de una de las potencias coloniales: Francia. El Gobierno francés ha cancelado su asistencia al acto, tras unas declaraciones del presidente Kagame, en las que éste ha acusado a los militares franceses de haber estado implicados en las matanzas.
No es la primera vez que se escucha una acusación parecida. De hecho, a día de hoy, hay una práctica unánime coincidencia en el vergonzoso papel que, no sólo Francia sino también el resto de la comunidad internacional, incluida la ONU, tuvieron en el desarrollo de esta tragedia. El propio secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, presente hoy en Kigali, así lo ha reconocido al decir que los cascos azules pudieron haber hecho mucho más de lo que hicieron para evitar el genocidio.