"Creo en Dios Padre, en Mozart y en Beethoven, así como en sus discípulos y apóstoles. Creo en el Espíritu Santo y en la verdad del Arte, uno e indivisible "(Richard Wagner: El final de un músico alemán en París, 1841) (21/08/10).
"Creo en Dios Padre, en Mozart y en Beethoven, así como en sus discípulos y apóstoles. Creo en el Espíritu Santo y en la verdad del Arte, uno e indivisible. Creo que este arte proviene de Dios y vive en el corazón de todos los hombres iluminados por el cielo. Creo que quien saboreó una sola vez los goces sublimes de este arte elevado tiene que serle devoto para siempre y no puede negarlo jamás. Creo que todos pueden alcanzar la felicidad por medio de este arte y que, en consecuencia, a cada uno le está permitido morir de hambre por él. Creo que seré muy feliz gracias a la muerte. Creo que fui en la tierra un acorde disonante, que se resolverá magnífico y puro por la muerte. Creo en un Juicio Final, en el que serán terriblemente condenados todos aquellos que en este mundo se atrevieron a practicar usura con tan sublime y casto arte, al que deshonraron y degradaron por maldad del corazón y vil ansia de voluptuosidad. Creo que todos ellos serán condenados a oír su propia música por toda la eternidad. Creo, por el contrario, que los fieles discípulos del arte sublimen serán transfigurados en un lugar celeste de sonidos perfectos atravesados por los rayos solares y, en medio de perfumes, se unirán por toda la eternidad con la fuente divina de toda armonía. ¡Ojalá me sea otorgada tal gracia! Amen. "
(Richard Wagner: El final de un músico alemán en París, 1841) (21/08/10).