El mar II: El marino que perdió la gracia del mar (15/08/10).
"Al virar hacia el Este, los vientos del Cabo comenzaron a aullar a nuestro alrededor y empezamos a danzar sobre las olas de los mares agitados de aquellos parajes, donde el Pequod de colmillos de marfil tenía que aguantar las ráfagas cortando las aguas oscuras hasta que los copos de espuma saltaban por encima de sus amuradas y caían sobre la cubierta al igual que un aguacero de astillas de plata. [...] El mar negro seguía agitándose sin descanso, como si sus inmensas aguas fueran una conciencia y la gran alma del mundo sufriera la angustia y el remordimiento de los muchos pecados y sufrimientos que había causado. Y el buque silencioso se abría paso, día tras día, entre la furia y el júbilo de las olas demoníacas, mientras Ahab seguía desafiando silenciosamente al viento, sin ni siquiera buscar reposo en su hamaca. ¿Te llaman Cabo de Buena Esperanza? Deberían llamarte Cabo de las Tormentas, como lo hacían de antiguo. En efecto, engañados por los pérfidos silencios que hasta entonces nos habían envuelto, nos vimos de pronto arrojados a aquel mar tormentoso, donde los seres culpables, transformados en aves y peces, parecían condenados a nadar eternamente sin puerto alguno en el que reposar, o a batir las alas en el aire negro sin horizonte." (Herman Melville: Moby Dick, la ballena blanca - capítulo LI) (15/08/10).