Ayer   África en Seat 600, I parte 09/03/2013 49:23

Como en el cesto de las cerezas, tirar de Tombuctú nos ha llevado a una aventura africana, quizá olvidada, la travesía de África en Seat 600 que un grupo de jóvenes madrileños emprendió en 1971.

Un largo viaje por territorios potencialmente hostiles es un clásico de "rito de paso" de la juventud a la edad adulta. En 1951 un veinteañero argentino, Ernesto Guevara, con su amigo Alberto Granados, recorría miles de kilómetros por carreteras de América del Sur en una motocicleta británica Norton de 1939, probándose a sí mismo, desde luego, pero también descubriendo la América campesina, pobre y doliente, ajena a su mundo urbano pequeñoburgués de origen. No siempre el viaje acaba con la caída del caballo de Saulo. En 1962 un grupo de jóvenes catalanes hacían la travesía de África, de sur a norte, en la llamada Operación Impala, que tuvo el propósito de lanzar unas motos fabricadas en Barcelona, las tan añoradas por los aficionados, Montesa Impala. En mayo de 1971, un grupo de jóvenes partía de Madrid en tres Seat 600 rumbo a Ciudad del Cabo, en un periplo calculado en más de 30.000 kilómetros. Eran años de este tipo de retos. En 1965 Manu Leguineche daba la vuelta al mundo en un Toyota que lanzaba su modelo Land Cruiser. Tony y Maureen Wheeler en 1972 salían de Londres en un Mini para hacer el "hippie-trail" desde Londres a Australia, pasando por Irán, Afganistán e India, y de ahí saldría la editorial Lonely Planet.

Para la primera generación de españoles que, huyendo del campo, constituyeron el primer proletariado industrial de la historia de España con una pequeña capacidad de consumo, regresar al pueblo de vacaciones conduciendo un Seat 600, era poco menos que llegar convertido en un indiano cosmopolita. Ese coche en cuyo autorradio al ser lanzado al mercado español sonaba la "Campanera" de Joselito, iba a despedirse con la "Atom Heart Mother" de Pink Floyd sonando en los parkings de las facultades universitarias o, como en este caso, al dejar un oasis argelino.

A punto de concluir la fabricación del cochecito cuya versión más potente era de 32 caballos, con un diminuto depósito delantero de gasolina que lo convertía en una potencial bomba incendiaria, y con velocidad máxima de poco más de cien kilómetros hora, en mayo de 1971 un joven madrileño llamado Luis Martín-Artajo, recién regresado de sus estudios de Publicidad, tuvo la idea de proponer al entonces presidente de Seat, Luis Sánchez Cortés, que la empresa cediese tres vehículos para atravesar África y hacer algo así como una campaña publicitaria del producto e intentar colocar excedentes de producción en algunos países africanos. Luis Martín-Artajo era hijo Alberto Martín-Artajo, el ministro de Exteriores de Franco entre 1945 y 1957, entre Lequerica y Castiella, principal agente de los acuerdos bilaterales con los EE UU y el Vaticano de finales de 1953, que garantizaron la pervivencia del régimen por más de veinte años. Con la bendición de la princesa Sofía de Grecia que los recibió en el Palacio de la Zarzuela y del naturalista y popular divulgador Félix Rodríguez de la Fuente, en la primavera de 1971, Luis Martín-Artajo y sus cinco compañeros, Julio Alonso Martínez, Antonio Izquierdo, Victoriano Prim, Álvaro Campos y Juan Espinosa de los Monteros, en tres Seat 600 blancos salían de Madrid rumbo Ciudad del Cabo. Los viajes en condiciones extremas ponen a prueba la capacidad de autocontrol y la solidez de las amistades. Antes de concluir la travesía del Sáhara el grupo ya se había escindido. Todo esto nos lo contaba Luis Martín-Artajo en el pequeño pueblo de Guadalajara, de fantasmal belleza invernal, a ochenta kilómetros de Madrid, donde vive solo con dos perros, limitado por su enfermedad que lo mantiene atado al oxígeno, pero más lleno de vida que quienes no la han vivido y sólo comen y respiran, porque es verdad lo que escribió Wordsworth y lo diremos en la traducción de masas de la película de Wood, Beatty y Kazan:"...aunque ya nada puede devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no hay que afligirse porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo..."

Ayer
Más opciones