934. Biblioteca Pública - Antonio Muñoz Molina narra en No te veré morir la pervivencia del amor y el desarraigo en el reencuentro de dos amantes en la vejez
(Entrevista de Manuel Sollo). Dos amantes se reencuentran al cabo de casi medio siglo, cuando sus vidas encaran el final. Antonio Muñoz Molina cuenta su historia en No te veré morir (Seix Barral), verso de Idea Vilariño que da título a la novela. Sucede en un amplio abanico histórico que se extiende de los años treinta del siglo XX hasta la segunda década del XXI. Él, Gabriel Aristu, se marchó a estudiar a Inglaterra gracias al tesón de su padre, un músico ilustrado, traumatizado por las torturas que sufrió en una checa madrileña, cuyo único afán era que su hijo escapase del horror de la dictadura franquista. En los 60, triunfó en Estados Unidos como directivo y filántropo. Ella, Adriana Zuber, se quedó en la grisura de una capital de posguerra, maltratada por un matrimonio fracasado y con una hija. De jóvenes, les unió el amor y la música clásica, que acompaña todo el relato; de adultos, la incomunicación y el desarraigo, apenas aliviados, en el caso de Aristu, por los sueños recurrentes de lo que pudo haber sido. Un testigo intermedio, profesor español también emigrado a EE.UU., recibirá las confidencias de Aristu y será el artífice involuntario del reencuentro. El paso del tiempo se detiene en esa cita última, en la que afloran los reproches y el arrepentimiento, la belleza y la pasión, emergidos de entre las brumas de la vejez.
