Biblioteca Pública - Miriam Palma recrea en "La huella de las ausencias" la vida de la princesa omeya Walada, poeta que desafió los rigores sociales del siglo XI
(Entrevista de Manuel Sollo). "Estoy hecha por Dios para la gloria y camino orgullosa por mi propio camino". Esta frase llevaba bordaba en las mangas de su vestido la princesa Walada, la que alumbra, única hija del califa cordobés Muhammad III y una esclava cristiana. Vivió noventa años, del 1001 al 1091, cuando el Califato Omeya iniciaba su decadencia, y Córdoba, la capital, aún mantenía el esplendor del pasado. Su historia la cuenta la profesora Miriam Palma en "La huella de las ausencias" (Maclein y Parker). Desde el relato en primera persona, la narradora acompasa la biografía ficcionada con la introspección psicológica de una protagonista que alzó la voz como relevante poeta, aunque sólo nos quedan unos pocos versos. Aprovechó su pertenencia a la élite para desafiar las rígidas normas sociales de aquel periodo islámico -se negó a cubrirse el rostro y a casarse- y fue amante del también autor cordobés Ibn Zaydún. La ruptura amorosa la abocó al desconsuelo y en su madurez creó una escuela poética en la que atendió a chicas desfavorecidas y esclavas. Palma recrea el inicio del siglo XI y las vicisitudes de Walada con una prosa lírica en la que este personaje reflexiona sobre la memoria, el duelo, la diferencia sexual, el amor y la escritura. Nos lo cuenta en este diálogo esta profesora de Filología Alemana en la Universidad de Sevilla, que es también traductora y poeta.