Siete años de cárcel e inhabilitación perpetua para quien ha sido la imagen de la segunda república italiana es la condena más dura que ha sufrido el ex primer ministro, Silvio Berlusconi. La gente se pregunta si los delitos cometidos en el caso Ruby, por deleznables que sean, son los más importantes que ha cometido.
El calificativo de "duro" emergió instantáneamente al escuchar la sentencia. Pero se levantan dudas sobre si el Rubygate ha sido un juicio o hemos asistido a la representación de un prejuicio en vista pública.
Que un tribunal imponga una pena mayor a la pedida no es normal pero puede suceder. Lo absolutamente extraño es que, al dictar sentencia, la juez del tribunal de Milán declare que abre un expediente por presunto falso testimonio a una treintena de testigos.
Es lo que ha ocurrido en este caso. La juez condena al ex primer ministro Silvio Berlusconi y, a la vez, sospecha de casi todos los testimonios, los que exculpaban a Il Cavaliere.
Él dice que es una sentencia violenta y que va a resistir. La semana pasada, cuando no fue admitida su solicitud de legítimo impedimento en el caso Mediaset, el propio Berlusconi tranquilizó a los suyos asegurando el apoyo al Gobierno.
Esta severa sentencia podría hacerle ver las cosas de otro modo. El jefe en la Cámara de Diputados del Pueblo de la Libertad, Fabirizio Cicchito, alerta sobre el peligro para el equilibrio político.
Las poco halagüeñas expectativas electorales pueden ser el freno de la cordura. El Gobierno italiano es una galera que se adentra en días de tormenta: al fallo del caso Ruby se le une la dimisión de la ministra de Deporte por un fraude fiscal.
Los tambores del "bunga bunga" han sonado en la Justicia, aunque su ritmo parece marcar el son de la vendetta. Para triunfar en la vida, Berlusconi ha dejado muchos cadáveres por el camino. Ahora llega el turno de la venganza de sus zombies.