“La Música no miente y plasma exactamente lo que tú eres. Es imposible engañar tocando... a nadie”
“La Música no miente”, Lichis dixit. Voilá. El principio de uno mismo. He aquí, ese precio, esa dificultad de ser uno mismo. Personal e intransferible como canta Quique González. El álbum nuevo muestra a LICHIS, en primera, primerísima persona, a Miguel Ángel Hernando Trillo (Barcelona, 1970) a pecho descubierto. No dejamos de celebrar aquellas crónicas de barrio de narrador costumbrista, afilado, irónico, aquellos versos de penas y alegrías, de “fracasos gloriosos” y “ratitos de euforia”, expresados con toda la rumbala - desde la Calle Progreso de Barna a la Calle Sombrerete, del Paseo de Gracia a Rivas Barcemadrid o a Vallecas, o a Moratalaz - ; aquella osadía cantada con todo el folclor latino mamado, a veces impregnado de rock argentino más que agradecido, ese a la postre pasodoble de la vida callejera, canalla, esas farras y timbales. El Lichis, heredero tanto de Peret, Serrat o Gato Pérez como de Smash, Triana o Howlin’ Wolf, poeta de fe y triunfos en La Cabra Mecánica, dijo “hasta luego” y se ha tornado paulatinamente, sin forzar, en compositor muy guitarrero a la americana, intimista, descarnado, más reflexivo, preciso y conciso, directo, dos veces bueno, líricamente en un libro, en un disco abierto: MODO AVIÓN.