Esta mujer de voz ronca es educadora social , nació en Pamplona y reconoce tener un profundo sentimiento vasco pero su profesión le llevó a Tánger en un proyecto que le cambió la vida. Allí conoció la vida de barrios sin luz ni agua, dónde los niños no iban al colegio y la pobreza era su condición. La falta de recursos de un país donde la gente le acogió con los brazos abiertos a ella y a sus dos compañeras. Allí conoció al padre de sus hijas y se quedó a vivir un tiempo trabajando con la organización que montaron para ayudar a las familias que cada mañana se despertaban para luchar por sus derechos más básicos.
Se unió a Caminando Fronteras ayudando a identificar a personas fallecidas en ese viaje hacia el sueño dorado que nunca llegaron. Recuerda una situación tremenda, pero ya desde Algeciras dónde reside actualmente, cuando acompañó a la hermana de una chica que había fallecido y ella le quería hacer una foto en la morgue para la madre pero no se lo permitieron.
Ilargui ahora trabaja en la Fundación Amaranta y sigue vinculada a Tánger dónde tiene familia y conoce bien una realidad que, como ella dice, se repite desde hace ya más de 30 años. Las cosas no han cambiado en cuanto a derechos se refiere.