Amparo Díaz Ramos, tiene 55 años, es abogada, feminista, activista defensora de los derechos de las víctimas y tenaz. Lleva años luchando por cambiar el sistema judicial desde dentro para que las leyes sepan escuchar de verdad lo que una víctima trae consigo y tiene que decir.
Esta abogada comprometida es una mujer que vive en paz aunque siempre esté en pie de guerra junto a la víctima. Habla mirando a los ojos casi sin pestañear y con convicción. Ha logrado que a pesar del sistema y de las trabas con las que sigue bregando a diario, se rompa la ley del silencio para que la huella de la violencia no pase desapercibida.
Porque el sistema judicial no tiene tiempo ni la formación adecuada para escuchar de forma activa a las víctimas y esta mujer rubia de ojos azules se dio cuenta apenas terminar la carrera de derecho cuando atendió un caso que le marcó. Un padre había asesinado a su hija. Fue una muerte anunciada que se pudo haber evitado y la fuerza de la madre a la que conoció, le hizo darse cuenta de lo necesario que era que las víctimas tuvieran su lugar en un proceso judicial. Cuando Amparo habla se escucha a la abogada pero también a la psicóloga que quiere atender a las víctimas mirándoles a los ojos.
Tenemos leyes buenas, afirma, pero no se ha adaptado el sistema administrativo que debe sostener y permitir la aplicación de estas leyes porque no se les ha dotado de los recursos necesarios. Existe arbitrariedad y un abandono de la justicia que impide tratar a una víctima que acude al sistema judicial como último recurso como se debería.
Pero esta mujer activista que duerme por las noches a pesar de todas las historias horribles que conoce y que defiende, sigue con su lucha a diario en su despacho, en el colegio de abogados dónde ha logrado que lo psicológico se tenga en cuenta en los turnos de trata y de violencia de género y en los juzgados.