Alfonso Romera

Este hombre con cara y pelo de niño travieso ya está jubilado pero continúa con la misma energía y fuerza de un chaval. Es oftalmólogo, oculista de la vista como le dicen y él repite con una sonrisa, y un gran especialista en su terreo. Ha ejercido responsabilidades varias en los hospitales pero esa no ha sido su única vocación. De hecho, mientras estudiaba la carrera en Madrid ya era voluntario en varios centros sociales ayudando a personas sin hogar y le daba igual si era como fontanero que también lo fue. Él quería estar en ese proyecto, aprender y ayudar en lo que pudiera. Un voluntario de cepa que cuando le pregunto me responde que fue su ‘opción preferencial por la pobreza’, él se preguntaba el por qué de la pobreza y se esfuerza en paliarla dentro de sus posibilidades. Siempre lo hizo y lo sigue haciendo luchando por poner en marcha proyectos diferentes que chocan a menudo con la ‘privatización de los recursos sociales’. Se queja de la falta de inspección y de control en las residencias y en los centros sociales para comprobar que , efectivamente, el dinero destinado a estas personas es el que se destina exclusivamente a ellos. Es el alma de la asociación La Carpa que todos los viernes por la tarde se acerca a la plaza frente al ayuntamiento de Sevilla para llevar la merienda a las personas sin hogar que se acercan y allí mismo les ayudan con lo que requieran, tanto sea un trámite sanitario como escribir un currículum o charlar un rato café en mano. Pero Alfonso también está a destajo con los temporeros del campo para hacerles llegar ropa, comida o lo que necesiten y ha logrado que la ayuda mutua funcione, incluso con donaciones económicas de particulares, porque ellos no tienen ninguna subvención. Son todos voluntarios que aportan su tiempo y habilidades para ayudar en todo momento. Romera también es portavoz de la Marea Blanca en Sevilla, reclaman una sanidad pública para todos con presupuesto suficiente porque vamos camino de una situación dónde haya que pagar para un trasplante o ir a diálisis. Él, mientras, entre lucha y lucha, en su aldea atiende a los vecinos que necesitan un oculista siempre que se lo piden