Sor Lucía es una monja argentina, dominicana que creció en el seno de una familia con recursos del Opus Dei. Eran 6 hermanos pero ella era consciente de las desigualdades que había a su alrededor y quería hacer algo por erradicarlas en la medida de lo posible. Reconoce que siempre tuvo incontinencia verbal y las ideas bastante claras. Salió de casa para irse con las monjas porque en Argentina en aquella época la Iglesia era muy activa socialmente y ayudada a las personas más vulnerables. Pensó que así ella también podría ayudar. Pero pronto se dio cuenta que se podía hacer más con las puertas abiertas a la sociedad que desde la clausura y poco a poco fue encontrando su lugar. Aterrizó en Manresa en el Convento de Santa Clara. Una comunidad que se abría más a la calle a pesar de las rejas. Unas rejas que con la llegada de Sor Lucía pronto dejaron de existir para abrirse de par en par a las personas vulnerables y necesitadas. Esta monja que no sabe bien cómo definirse y que es tan versátil sabe moverse y buscar apoyos en todas partes, además de sumar voluntades cuando se trata de ayudar a los demás. No se amedrenta ante los que quieren vivir como príncipes dentro de la Iglesia ni se calla ante la mirada crítica de algunos religiosos dentro de la institución. Ella cuenta con el apoyo público y firme del Papa Francisco que sigue de cerca sus movimientos.
Desde que Sor Lucía llegó a Manresa junto a su familia del convento han logrado tener 52 pisos para personas vulnerables, dan de comer a miles de personas , tienen un programa dedicado a la infancia y cuentan con miles de voluntarios. Y desde que empezó la guerra, esta monja de verso libre y un humor muy fino, no ha dejado de llevar ambulancias y de traer a mutilados de guerra o a enfermos oncológicos de Ucrania.