Ana Bella es una mujer que no tuvo una infancia nada fácil. Nació en una familia desestructurada y creció en una residencia de monjas con su hermana. Su tía que también era monja fue su apoyo cuando le faltaban las fuerzas. Y cuando salió de la residencia con muy buenas notas académicas y siendo la primera de la lista para entrar en la universidad conoció al hombre que le destrozó los siguientes años de su vida. Le hizo elegir entre "su amor o la universidad", cuenta Ana Bella. Desde ese momento todo fue un calvario que rozaba la tragedia hasta que se dio cuenta y tuvo el coraje suficiente para coger a sus cuatro hijos y huir. Fueron años y años de maltrato primero psicológico y luego también físico. Sus hijos fueron testigos de mucha violencia pero en aquellos tiempos el maltrato era tabú. Nadie hacía nada para ayudar, nadie alzaba la voz ni se atrevía a romper el silencio alrededor del maltrato. Todavía hoy cuesta pero ya existe una ley de violencia de género y el teléfono 016 de ayuda a las mujeres que estén sufriendo esta situación, se publicita.
Pero cuando Ana Bella vivió ese infierno, ella no se daba cuenta de lo que estaba viviendo. De hecho, no ser consciente de ser víctima de violencia de género mientras está pasando es algo que les sigue pasando a muchas mujeres. Por eso, insiste Ana Bella, “es muy importante que en el trabajo, los amigos, la familia, los vecinos, el entorno ayude a abrirle los ojos a esa mujer de lo que le está pasando”. Ella pudo salir gracias a un número de teléfono que vio en algún lugar, llamó pero ella no fue porque no se identificaba con una mujer que sufriera violencia de género. Más tarde, pasó por un centro dónde se atendía a estas mujeres y entró. Por suerte, recuerda esta superviviente, la mujer que atendía en la recepción le preguntó muchos cosas sobre su vida, incluso si le pegaba su marido y ella contestó que sí. Entonces, se dio cuenta de que Ana Bella era una de ellas y que, a pesar de ir sin cita previa, necesitaba con urgencia que la atendieran los profesionales. Ana Bella reconoce que esta mujer le salvó la vida en ese momento. A los pocos días, una noche Ana Bella cogió un coche con sus hijos y se fue a una casa de acogida. Ahí empezó otro periplo. Denunció, buscó un trabajo, un piso a pesar de que nadie le quería alquilar en su situación y poco a poco fue recuperando su autoestima y su vida. En aquel tiempo no existía todavía la ley de violencia de género y Ana Bella es consciente y relata, entre lágrimas, lo necesario que es que los niños tengan ayuda psicológica desde el principio. Ella estaba sola, tenía que trabajar y no había recursos para que sus hijos fuesen atendidos emocionalmente.
Una vez instalada en su casa y con la vida un poco más ordenada, no dudó en abrir su casa a otra superviviente como ella porque, como matiza esta mujer alegre y sensible de sonrisa fácil, cuando sales de ese infierno con vida ya no eres una víctima, eres una superviviente por haber logrado salir ilesa y recuperar una vida sin violencia. Así empezó su causa, ayudar a otras supervivientes. Hoy en día la red de mujeres supervivientes de la Fundación Ana Bella está en más de 80 países presente ayudando a otras mujeres como ella, desde la complicidad de quien lo ha vivido, y fomentando la prevención en empresas y centros educativos.