21 años han pasado desde que Rafael Riqueni dejó maravillados y encantados a aficionados y artistas flamencos con Alcázar de cristal, su último disco, hasta la publicación de Parque de María Luisa, un sentido homenaje a uno de los rincones de su infancia, el pulmón verde de Sevilla, el lugar por el que paseaba en su infancia de la mano de su padre.
Precisamente, el suicidio de su progenitor en 1997, un año después de la publicación de Alcázar de cristal, supuso el inicio de la particular travesía del desierto que llegó al genial guitarrista sevillano prácticamente al ostracismo y al olvido. Tras su paso por la cárcel, donde dice que sus sonidos se han hecho aun más negros, el pasado mes de junio presentó en la Suma Flamenca de Madrid este disco, del que artistas y aficionados venían oyendo hablar desde hace años.
En Parque de María Luisa encontramos un auténtico derroche de sensibilidad y maestría, con el que Rafael Riqueni ha dado un paso en la reconciliación consigo mismo que inició precisamente cuando un grupo de amigos lo rescató para el flamenco, llevándoselo de Madrid a la Sierra de Huelva, donde empezó nuevamente a ver la luz.