En los setenta llegó la llamada Ingeniería Genética, que hace posible aislar genes en el tubo de ensayo y reintroducirlos de manera estable en células y organismos, consiguiendo así su modificación genética dirigida y específica. Pronto llagaron aplicaciones biotecnológicas cuyos resultados son magníficos; por ejemplo, la producción industrial de proteínas humanas en microorganismos, para lograr docenas de medicamentos biológicos que hoy están presentes en nuestras farmacias.
Sin embargo, la llamada terapia génica -que sería la corrección de genes defectuosos que causan patologías- se revela como más compleja, se hace esperar desde las tres últimas décadas. Hay problemas para diseñar procedimientos eficaces que introduzcan el gen funcional en las células u órganos humanos, sin afectar a otras funciones. Entiendo que la gran esperanza para abordar la terapia génica de las enfermedades llamadas monogénicas, entre ellas la mayor parte de las enfermedades raras, está en las posibilidades de la tecnología CRISPR, que deriva de los hallazgos del microbiólogo alicantino Mojica. Lo más importante ahora es perfeccionar la seguridad de la técnica, para actuar solamente sobre los genes afectados en los órganos que corresponda, y no sobre otras regiones del genoma.
Dos trabajos, publicados recientemente en la revista Nature, muestran importantes hallazgos sobre las consecuencias de la modificación genética de organismos complejos. Los cambios genéticos que se introducen en células, aunque afecten con precisión a un solo gen, pueden influir en la funcionalidad de otros muchos genes o grupos de genes. Por ejemplo, las mutaciones que dan lugar a fragmentos de la proteína que cada gen codifica, pueden activar mecanismos compensatorios regulando otros muchos genes. Esta tendencia al equilibrio genético, inherente a la propia naturaleza de los seres vivos, resulta muy relevante para los estudios que se han de traducir en tratamientos genéticos.
Pero, igualmente significa que muchas propuestas eugenésicas, que abogan por cambios genéticos en el ser humano, planteando incluso la modificación técnica de nuestra naturaleza, no sólo suscitan reservas éticas sino que pueden ser un engaño con resultados inesperados.