Marie Harel nació en Normandía en 1761, en una tierra de verdes perpetuos y nieblas que mojan el alma, un lugar donde el pasto crece más alto que las miserias cotidianas. Era una niña cuando la revolución comenzaba a agitar París, pero en su rincón de Crouttes, la vida seguía arrastrando la misma rutina de las vacas y la leche, el trabajo callado y los silencios cargados de sueños.
La vida de Marie cambia cuando un sacerdote en fuga de la revolución , con su sotana sucia de barro y sus manos de hombre que ha trabajado algo más que el espíritu, se refugia en la granja de sus padres. Ese cura le enseña a Marie el secreto de una fermentación especial en la elaboración del queso. Marie con la paciencia de una mujer que quiere hacer algo realmente bueno empieza a practicar recetas nuevas para crear un queso realmente diferente, un queso que se convertirá en un milagro de cremosidad y que llegará a las más distinguidas mesas de París con el nombre de queso Camembert.
Y París, cuna de todo y tumba de nadie, recibió aquel queso redondo como una ofrenda. Los salones se llenaron de su aroma y el Camembert se hizo moda y se hizo necesidad en París, en Francia, en el mundo entero.