Mary Shelley nació un 30 de agosto de 1797 en Londres, en el seno de una familia que prometía grandes cosas desde el inicio. Su madre, Mary Wollstonecraft, fue una de las pioneras del feminismo, autora del influyente libro Vindicación de los derechos de la mujer. Su padre, William Godwin, era un filósofo político, novelista y periodista, conocido por sus ideas radicales. Pero a pesar de este linaje tan ilustre, la vida de Mary comenzó con una pérdida devastadora: su madre murió apenas unos días después de dar a luz, a causa de una infección postparto. Desde ese primer respiro, Mary Shelley conoció el dolor de la muerte y la ausencia.
A pesar del dolor, Mary encontró una salida en la escritura. En 1816, Percy, Mary, Clare y su hijo pequeño, William, viajaron a Ginebra para pasar el verano con el famoso poeta Lord Byron. Durante esas vacaciones, marcadas por largas conversaciones sobre literatura y ciencia, Byron propuso un desafío: cada uno debía escribir una historia de terror. Aquella sugerencia encendió la chispa creativa en Mary. Una noche, tras una serie de intensas conversaciones sobre la posibilidad de reanimar la materia muerta, Mary tuvo una pesadilla que daría vida a su obra maestra. Soñó con un estudiante de artes impías, arrodillado ante una figura inerte que, tras la acción de algún motor poderoso, cobraba vida.
Lo que comenzó como un relato breve se transformó en su primera novela: Frankenstein o el moderno Prometeo, publicada en 1818. Sin embargo, dado que la obra fue publicada de manera anónima, muchos críticos asumieron que el autor era Percy Shelley, y el prólogo fue firmado por él. Esta falta de reconocimiento no opacó la genialidad de la novela, que rápidamente se convirtió en un hito de la literatura gótica y se considera la primera obra de ciencia ficción moderna.