La niña de Berlín, criada en un hogar burgués, dejó atrás lo convencional para abrazar el escándalo y el misterio. En un mundo en el que las mujeres se sometían a los dictados de la sociedad, Marlene llegó para desafiar. Dietrich hizo de su vida una rebelión contra los convencionalismos. Su presencia era, en sí misma, un manifiesto. Marlene no era una actriz; era una declaración. Con su voz de terciopelo y una mirada que podía derretir el hielo, su primer gran éxito, “El ángel azul” (1930), la consagró. Allí, como la inolvidable cabaretera Lola Lola, transformó el cine en un espacio de deseo y ambigüedad. Era el primer grito de un cine que comenzaba a desnudarse, a quitarse la ropa de la moralidad para mostrarse tal como era: crudo, pasional, real. Se cuenta que, en los años veinte, Marlene paseaba por Berlín con una mezcla de descaro y elegancia que atraía miradas. Vestía pantalones en una época en la que el vestido era sinónimo de feminidad. El hecho de que ella decidiera enfundarse en esos trajes masculinos no solo era una cuestión de moda; era una declaración de guerra. “¿Por qué no?”, se preguntaba mientras los hombres se apartaban para dejarla pasar, confundidos por la audacia de su figura. ¿Quién era ella para desafiarlos? Una mujer que no tenía miedo de tomar lo que quería, ni de mostrarlo al mundo.
Diosas y rebeldes
Marlene Dietrich: El escándalo y el misterio
07/10/2024
16:35